Si a mi angustia y pregunta no respondes,
yo sé que soy abeja de tu oído.
Dios silencioso, Dios desconocido,
¿por qué si más te busco, más te escondes?
Las olas de los cuándos y los dóndes
manchan de sombra el litoral perdido
en donde clamo... Si no estás dormido
tal vez mi hoguera parpadeante rondes:
Lucero en lo alto de mi noche oscura,
o vampiro amoroso que la veta
se bebe lento de mi sangre impura.
¡Cómo nutres de luz a tu criatura
en tanto la devoras! ¡Qué secreta,
qué secreta, Señor, es tu ternura!
Incluido en Cielo en rehenes (Premio Nacional de Poesía, 1951). Tomado de Poéticous.