A mi esposo
Tuve alborada de sin par ventura
En que el sol de los ojos maternales
Me alumbró de la vida los umbrales,
Que hollé con infantil desenvoltura.
A mi esposo
Tuve alborada de sin par ventura
En que el sol de los ojos maternales
Me alumbró de la vida los umbrales,
Que hollé con infantil desenvoltura.
Vino la tarde ¡oh Dios! mi planta pura
Abrasaron ardientes arenales;
Cual único remedio de mis males
Esperaba la horrenda sepultura.
Ennegrecióse aún más mi cielo triste.
Ya en mi noche de helada indiferencia
Éranme igual la gloria o el infierno
Del olvido entre sombras tal me viste,
Y me has dado feliz, nueva existencia,
Que ilumina tu amor con rayo eterno!
Puerto Príncipe, 10 de agosto de 1874
Tomado de El Fígaro, Periódico Artístico y Literario, Año XI, Habana, 14 de abril de 1895, Num.12, p.168.