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A Dulce María Borrero de Luján

A Dulce María Borrero de Luján

Contestación a una bellísima carta

   
   ¿Herirte yo? ¿No sabes que es mi anhelo
   darte... lo que no tengo: la alegría; 
   que encuentres en mi frase, amiga mía,
   la suavidad que brinda el terciopelo?

   ¿No sabes que quisiera abrirle un cielo
   a tu mente de luz y poesía,
   y no verte ni mustia ni sombría,
   ni aun intranquila por fugaz recelo?

   Cuando se está contigo se presiente
   que nada en ti traiciona, nada miente.
   Como de un puro y transparente lago
   emanan de tu ser reposo y calma,
   sana confianza y delicioso halago...
   ¡Y se adivina el aletear de un alma!

Diciembre 24, 1911


Nota de El Camagüey: En el Apéndice VI del quinto volumen de sus Escritos... (pp.212-222), Aurelia Castillo incluyó fragmentos de la carta de Dulce María Borrero, precedidos de una nota:

De buena gana insertaría aquí íntegra la carta de mi excelente amiga; pero es absolutamente imposible que lo haga. Me expondría a una acerba censura por demasiado inmodesta. Se dirá, que respecto a otras cartas que inserto hubiera podido tener el mismo escrúpulo; y lo he tenido en efecto; pero siendo cartas de caballeros a señora, la galantería explica ciertas expresiones en extremo benévolas, y esas cartas además eran necesarias, sobre todo la del Sr. Montoro, por su estrecha relación con los escritos míos que sirven de apéndices. Limítome, pues, a transcribir los párrafos a que hace referencia mi soneto. 



23 de diciembre, 1911

Sra. Aurelia Castillo de González
Mi querida Aurelia

(...)

Una noche, en una de nuestras gratísimas reuniones del Ateneo, me celebró usted con no disimulado entusiasmo, y con su generosidad reconocida un artículo que yo escribí a propósito de la Exposición y que yo había dado al Fígaro llena de temor dudando de su valor literario (como dudo del mérito de todo lo que hago). Me alegró tanto que usted me lo celebrase (porque decirme usted que era bello me hacía creer que lo era), que le pregunté gozosa y angustiada: Aurelia, ¿de veras le ha parecido a usted bonito mi artículo...? Yo esperaba ratificada su sanción; pero usted me contestó, y nunca se me olvidará: ¡Ah, Dulce, pero tú no sabes de sobra que es magnífico? Usted no lo vio, Aurelia, pero a mí se me saltaron las lágrimas. Toda aquella noche estuve sufriendo con la idea de que usted hubiera podido pensar que yo velaba mi pensamiento bajo una modestia falsa y vulgar. Volví con inmensos deseos de decirle cómo yo soy, de desahogar la tristeza que sentía... pero, callé, como siempre que un sentimiento intenso me embarga; callé, porque callando es como únicamente se le da su tamaño  al pensamiento.

Hoy, víspera de Pascuas, y no sé por qué se me ha ido la pluma sobre el papel sin poder contenerla, y desvaneciendo ya aquel extraño sentimiento que me dejó su duda de mi sinceridad, después de confesárselo, me he sonreído con la apacible dulzura con que sonríe uno al despertar de un sueño desagradable viéndolo ya desvanecido...

(...)

Reciba un abrazo de su amiga

Dulce María


Tomado de Escritos de Aurelia Castillo de González de la Academia Nacional de Artes y Letras y algunos de Francisco González del Hoyo. La Habana, Imprenta El siglo XX, 1913, Vol.V, p.185.

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