Todo el ardor de la pasión temprana,
toda la ebullición del sentimiento,
las llamas del placer y del tormento
cenizas son en la cabeza cana.
Ni envidia, ni ambición, ni fiebre insana
la calma turbarán del pensamiento,
ni del amor el ósculo sediento
la faz marchita teñirá de grana.
El círculo senil de la pupila
sus postrimeros resplandores vierte
en la noche final: sólo vigila
en la obscura oquedad del pecho inerte
el corazón, cual péndulo que oscila
trémulo entre las garras de la muerte.
Tomado de Evolución de la cultura cubana (1608-1927). La poesía lírica en Cuba. Recopilación dirigida, prologada y anotada por José Manuel Carbonell y Rivero. La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1928, t.IV, p.256.