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     Yo vi a Sabás, el negro sin veneno,
     pedir su pan de puerta en puerta.
     ¿Por qué, Sabás, la mano abierta?
     (Este Sabás es un negro bueno).

     Aunque te den el pan, el pan es poco,
     y menos ese pan de puerta en puerta.
     ¿Por qué, Sabás, la mano abierta?
     (Este Sabás es un negro loco).

     Yo vi a Sabás, el negro hirsuto,
     pedir por Dios para su muerta.
     ¿Por qué, Sabás, la mano abierta?
     (Este Sabás es un negro bruto).

     Coge tu pan, pero no lo pidas;
     coge tu luz, coge tu esperanza cierta
     como a un caballo por las bridas.
     Plántate en medio de la puerta,
     pero no con la mano abierta,
     ni con tu cordura de loco:
     aunque te den el pan, el pan es poco,
     y menos ese pan de puerta en puerta.

     ¡Caramba, Sabás, que no se diga!
     ¡Sujétate los pantalones,
     y mira a ver si te las compones
     para educarte la barriga!
     La muerte, a veces, es buena amiga,
     y el no comer, cuando es preciso
     para comer, el pan sumiso,
     tiene belleza. El cielo abriga.
     El sol calienta. Es blando el piso
     del portal. Espera un poco,
     afirma el paso irresoluto
     y afloja más el freno...
     ¡Caramba, Sabás, no seas tan loco!
     ¡Sabás, no seas tan bruto,
     ni tan bueno!


Incluido en West Indies, Ltd. Tomado de Obra poética. Compilación, prólogo, cronología, bibliografía y notas de Ángel Augier. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2002, pp.113-114.

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