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Para celebrar los cincuenta años de El diario que a diario

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Para celebrar los cincuenta años de El diario que a diario

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En carta del 2 de marzo de 1973, Eliseo Diego le agradece al amigo, como supuso el sujeto poemático de “Epístola” que su destinatario haría. “Gracias, en fin, por haber asociado tan generosamente tu nombre con el mío”[1], escribe, tras una breve valoración llena de asertos, cuyo punto de partida: “¿Cómo leer El diario que a diario?” es más que una interrogación retórica. Cómo leer el libro resulta, de hecho, un asunto crucial. Muy distinto de los cuadernos anteriores de Nicolás Guillén, no parece tener tampoco semejantes en la poesía cubana, incluso si extendemos el repaso hasta hoy. Pariente cercano, en apariencia, de la colección miscelánea o el álbum de recortes, cuesta situarlo junto a otros poemarios. Raydel Araoz y Mercedes Melo Pereira, quienes lo ubican de cierto modo en las coordenadas de la neovanguardia, llaman no obstante la atención sobre lo que en términos de singularidad este comparte con el igualmente insólito Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña (1968) de Diego:

Ni Muestrario del mundo… ni El diario que a diario [advierten] son libros modernos, no quieren ser parte de su época, sino excederla: recuperan las antiguas artes del tipógrafo y del impresor, como un coleccionista que encuentra un raro ejemplar y lo muestra restaurado y libre del polvo pero [sic.] aún es posible vislumbrar el prestigio de la pátina del tiempo. Este mismo anacronismo los enfrenta al canon por la vía de la experimentación, si bien diferente, también visual –aunque no solo visual– y los convierte en iniciadores, desde la poesía ilustrada, de un camino hacia la poesía visual[2].

En tal sentido, amén de las complicidades de la amistad, la dedicatoria “Al poeta Eliseo Diego” sugiere la consciencia de una perspectiva más o menos común de indagación histórica, de pronunciado interés por lo cubano y, sobre todo, de exploración en los límites mismos de lo poético. En diálogo con los viejos grabados del impresor don José Severino Boloña, con los tipos y viñetas de su imprenta, el Muestrario del mundo… configura un nuevo catálogo, que pasa por ‒pero trasciende al cabo‒ la écfrasis. Mutua ilustración, sin primacía para texto o imagen: amalgamados los lenguajes y los pares que la mano traza, selecciona e integra como barajas de un mazo único. En ambos libros el juego de la selección y el orden es clave. Sin embargo, “los viejos papeles”, los fragmentos y piezas varias que en El diario… se juntan –quizás haya que considerar aquí las distancias entre un muestrario y un diario– trasmiten algo de vértigo y aglomeración, a la manera de la ancha página de periódico, dividida en secciones, bloques y múltiples llamadas, líneas de fuga, que trastornan la idea de la tradicionalmente más reposada lectura de poesía.

Antes que el lúdico, satírico y mordaz relato de la historia de Cuba, al que me referiré después, El diario que a diario acomete una radical desarticulación de las concepciones tradicionales respecto del discurso poético, particularmente, del lírico –y eso, dicho sea de paso, emprendido por el autor que había iniciado su trayectoria creadora con Cerebro y corazón (1922)–. Ciertas definiciones, que uno encuentra a menudo sobre el género en manuales docentes de retórica y poética, de poco sirven frente a esta urdimbre de escrituras que combina, en palabras de Luis Álvarez Álvarez, “formas diversas en el tiempo de constituir mensajes escritos: anuncios y comentarios periodísticos, bandos y decretos gubernamentales, decálogos, notas de sociedad, inventarios de almacén, muestras de casas comerciales, restaurantes, hoteles y farmacias”[3]. La clara delimitación metodológica entre lenguaje denotativo y connotativo, que el maestro suele ejemplificar subrayando la diferencia de la monografía científica o la noticia con el poema, se vuelve de inicio desconcertante. ¿Cuáles son los poemas? ¿Lo serán el simpático anuncio “luminiscente/ intermitente” de “LA RANA RESTAURANT”; el de la “BÚSQUEDA DE/ UN DIRECTOR GENERAL” para la industria francesa de Cartón Ondulado; el reporte de lo ocurrido “AYER EN EL PUERTO”? Esos textos en prosa, en altas y bajas, centrados o encuadrados, separados o en cascada, alternan con metros, estrofas y estructuras conocidos: pareados, tercetos, cuartetos, serventesios, sonetos, octavas reales… Mas, moldes que la parodia y la burla en buena medida despojan de su dignidad clásica, de su reputación solemne, romántica y heroica, como sucede en “INTERLUDIO”, donde la octavilla de la “Canción del pirata” de Espronceda se desquicia vocálica y desfachatadamente; o como en “SIC TRANSIT…” –título que recuerda el epígrafe de “La ilusión” de Zequeira–, con su segundo cuarteto interrumpido por sorpresiva didascalia y su diminuto, risible estrambote:

     Tanta pechera y pergamino
     señor Comendador qué honor
     al final o a medio camino
     briznas al viento no más son

     Oh qué penacho peregrino
     (alguien sin duda se lo dio)

            Pausa de 15
            segundos
            a un año

      Ahora sin penacho vino
      (Quien se lo dio se lo quitó)

      Se sabe que una ventolera
      soplando a veces levantó
      en un gran golpe a Juan Ripiera

      Mas cuando el viento se aquietó
      guay pergamino y guay pechera
      y guay señor Comendador
      qué honor.

La sátira de la honorabilidad, que entre nosotros se remonta al Vexamen… del Padre Capacho y al Testamento de D. Jacinto Joséf Pita, del presbítero Rafael Velásquez, atraviesa El diario… Los distinguidos señores del Cabildo se nombran Juan Ruiz Calabaza, Fernando de Azumbre, Francisco Cartucho, Pero Caramba; don Juan Prado Portocarrero es hallado –cuando debía haberse resuelto en la defensa de la plaza habanera– “roncando a la española”; el Capitán General Excmo. Señor Conde de Tecla semeja ser en realidad el conde de Ricla; en la “GRAN FONDA DE/ MADAME BOBISEUX DE BINARD”, penosamente, no hay bidel. El recurso abunda. Bastan un leve retoque, una anotación incidental para que el pomposo aparato se desplome. Pero la sátira se apoya también sobre el grotesco y el apunte escatológico: “Moscas, mosquitos, ratas y ratones/ polvo hecho fango, charcas pestilentes/ fiebres malignas, chancros, purgaciones// contagio son de bestias y de gentes” en la ciudad que la marquesa Jústiz de Santa Ana llamara “Centro de la Religión”. Paralela a la grave proclamación del documento gubernativo corre la apostilla cómica: “Bando, bando, bando/ el perrito va meando”; ante el decreto que prohíbe, la práctica respuesta comunitaria: el comercio de contrabando, la astucia criolla que recomienda “Comprar mucho con poco”.

El concierto de voces, lenguas y registros activados anula el habitual monologismo lírico, disuelve los contornos del yo en el laboreo de la empresa. ¿Quién añade esas notas y aclaraciones a pie de página que indican: “El Tínima no llega a un mal riacho” o “Hemos visto este léxico”? ¿Acaso el “notario/ […] que inventó el inventario”, La Dirección, la Administración? Ya el propio Luis Álvarez ha deslizado la posibilidad de que se lea El diario… desde la noción bajtiniana de dialogismo. Hay, sí, un plan tácito, un ánimo organizador, la representación de un proceso que los “PARÉNTESIS” jalonan y que se va desenvolviendo entre elipsis y trozos las más de las veces marginales –marginales según los patrones de una determinada textualidad histórica y sus criterios de valor y pertinencia–. En lugar del análisis pormenorizado del episodio, la figura, el hecho, no se nos da otra cosa que su escueta u oblicua alusión. Los “testimonios” de esa o aquella etapa son el pregón, el cartel, la crónica social, la propaganda; retazos efímeros cuya significación el receptor ha de entender dentro de la estructura en que se insertan, a la luz de cuanto el presente arroja sobre tales estadios del pasado. Que se nos ruegue disimular cualquier anacronía no solo pone en entredicho la autoridad y veracidad de la historia –la erudita, la oficial, la académica–, sino también invita al divertimento cómplice, a la superación de las narrativas al uso.

El poeta opera así como el antólogo, como un sagaz, travieso investigador de archivo. La poesía, el arte, están en la elección, en la disposición y en las ligeras modificaciones que se introducen en los textos acopiados. Es difícil imaginar a Guillén, a sus sesenta y ocho o sesenta y nueve años –y más con las responsabilidades que ocupaba–, revisando títulos, historias y periódicos de la Colonia y la República para componer El diario…; el proyecto debió de ser quizás acariciado durante décadas o a haber ido emergiendo a lo largo del tiempo.

Antólogo, porque no son estrictamente suyas las líneas del Memorial dirigido a Carlos III por las señoras de La Habana el 25 de agosto de 1762 (“LLANTO DE LAS HABANERAS”); ni las del informe del gobernador Francisco Manuel de Cajigal al ministro de hacienda en 1753 (“SOBRE CONTRABANDO”); ni la noticia de la desgracia sufrida el 4 de junio del 1828 por una goleta “al parecer americana”, que publicó la Gaceta del Gobierno de Matanzas (“DESGRACIA”); ni las disposiciones de Francisco Lersundi, del 20 de octubre de 1868 (“GOBIERNO Y CAPITÁN GENERAL/ DE LA SIEMPRE FIEL ISLA DE CUBA”); ni las “ALELUYAS” que alaban las virtudes del “Licor puro de Brea”, además de otros fragmentos cuyas fuentes habrá que precisar. Por supuesto, no se trata de un mero ejercicio de traslación, sino del trenzado que se consigue con las citas y de las formas en que se presentan. El párrafo último del Memorial…, por ejemplo: “Ésta es Señor la funesta tragedia que lloramos, las Havaneras, fidelísimas Vasallas de V. M. cuyo poder mediante Dios impetramos para que por paz o por guerra en el recobro de sus dominios logremos el consuelo de ver, en breve tiempo, aquí fijado el estandarte de V. M. Esta sola esperanza nos alienta para no abandonar desde luego la patria y bienes, estimando en mas el suave yugo del vasallaje en que nacimos”[4], se refunde en versos con rima libre, heterométricos, como si se insinuara el empalme con las décimas de la “Dolorosa métrica espresión del Sitio, y entrega de la Havana”:

      Esta es, señor, la fúnebre tragedia que lloramos
      las habaneras fidelísimas vasallas,
      cuyo poder mediante Dios rogamos
      para que por la paz o por la guerra,
      por tratados tal vez o por batallas
      logremos el consuelo en nuestra tierra
      de ver en breve tiempo aquí fijado
      el pabellón de Vuestra Maje
stad.
      Esta sola esperanza nos alienta
      para no abandonar la patria y bienes,
      estimando, añorando el suave yugo
      del vasallaje en que nacimos.

Habilísimo versificador, sabe Guillén cruzar de prosa a verso o dejar, sembrados en la prosa, metros heptasílabos, octosílabos, endecasílabos, asonancias y consonancias, que saltan al oído y generan un peculiar efecto rítmico. En “DICCIONARIO DE LA RIMA”: “Se vende un diccionario de la rima (Editorial Fallières) con una rima en olmo (colmo) en buen estado, y tres en uvia (alubia, lluvia, rubia). Se puede ver todas las tardes (hábiles) de 3 a 6. Conejos, 15. Preguntar por Inés”; al igual que en “SNACK BAR”: “Perros caliente. Perras en la misma situación. / Pida “Mompox” (aguardiente). Tomado poco a poco/ ayuda a una perfecta digestión. Menú: $ 2.20. / Ave. de la Conflautación. Self. Service./ El pan a discreción”, la malla rítmica que envuelve los anuncios, acelera o pausa las oraciones, premia y engaña nuestras expectativas.

Cotejando textos del libro con los que se divulgaban en algunas columnas de prensa es evidente que Guillén aprovecha lo que los originales le ofrecen, lo manipula, lo poda o lo acentúa. Un aviso, entre las noticias del Papel Periódico de la Havana, solicita: “El que tuviere un Negro carpintero, y otro acerrador, acuda á esta Imprenta, donde darán razón del comprador”[5]. (No lo fue, pero podría haber sido incluido en El diario que a diario, si bien con carpintero y acerrador blancos.) La Política Cómica promociona los beneficios de SANITUBE: “(Preparado por The Sanitube Company, Newport, R.I., U.S.A.) / Profiláctico científico para EVITAR las ENFERMEDADES SECRETAS./ Aprobado y recomendado por la Sanidad Militar Americana, la Sanidad/ Militar Cubana, la Junta de Sanidad del Estado de Pensilvania y Eminentes especialistas”[6]; y en la misma publicación SYRGOSOL –representado como un anciano ridículo con lentes y casaca oscura– ordena:

Trepa al andamio, dale a la
cuchara, repella y sigue, que
SYRGOSOL es tu guarda.

La semana inglesa, al tanto por hora,
el delegado, cuanto quieras te dará 
__________Syrgosol__________

SYRGOSOL ES LO QUE TÚ NECESITAS.
DE VENTA EN TODAS LAS BOTICAS.

DEPOSITARIOS: Sarrá, Johnson, Taquechel, Barrera, y Majó Colomer[7]

Con independencia de la gracia verbal del mensaje, su distribución, los tipos de letras y puntajes que se alzan en enjambre –mañas del experimentado tipógrafo– llevan “el poema” hasta los bordes de la imagen, crean un ritmo de imágenes, una oscilación o una embestida: “LA GUERRA TIENE UN / CARÁCTER RACISTA UN / CARÁCTER RACISTA UN / CARÁCTER RACISTA UN / CARÁCTER RACISTA UN”. La imagen es la que configuran las palabras en su materialidad y también el vacío, cuando está ausente y de ella solo queda un suelto “PIE DE GRABADO”: “El general Calixto García y el general Ludlow (norteamericano) conferencian después del desembarco de las tropas yanquis./ Foto Ignotus”.

Del ritmo del poema-son a este ritmo visual expandido, hecho de cintillos súbitos –“Ha caído Martí, la cabeza pensante y delirante de la revolución cubana”–, de carteles, de editoriales no escritos y promesas para la próxima entrega, la amplitud del arco creador es pasmosa. El crítico vuelve la vista, intenta determinar los signos que anticipan el gesto, los momentos anunciadores: la estrofa, el lenguaje periodístico y las estadísticas engarzadas en un verdadero sistema, en la “Elegía a Jesús Menéndez”[8]; los “Anuncios clasificados” y los “Anuncios (económicos) clasificados” que adelantan más directamente la gestación de El diario…

Si a estas alturas no es preciso repetir eso que Denia García Ronda ha observado con agudeza, la reescritura del relato histórico que se produce en el volumen y los períodos, las fases que comprende, sí cabría destacar los rasgos que vertebran el panorama general. Rasgos de una instantánea de nación, en cuyo devenir no se borran del todo la dependencia política, la mentalidad colonizada, la moda imitativa, el absurdo, la fiesta, el carnaval, la puesta en solfa de las autoridades, la hipocresía aristocrática o burguesa, la solapada apetencia sexual, el racismo, el fondo de miseria y explotación cubierto por la frivolidad y el glamour. Primero españoles, pretendidamente franceses a seguidas, empedernidos americanófilos luego, quienes consumen la ingente masa de ofertas comerciales, tergiversaciones y engañifas partidistas, desfilan –no lo hacen en verdad, mas se les siente allí– movidos por la tontería y la presunción, los prejuicios de clase y la indigencia intelectual. Los hombres que, sabemos, encarnan diferencialmente la justeza, la ética, la vocación de sacrificio, son apenas presagios, liminares referencias simbólicas en la teleológica estructura que avanza casi en silencio hacia la era de su definitivo cumplimiento:

      Luego pasó de esta manera:
      su gran frente sombría
      sintió arder el Turquino.
      La sangre en rudas oleadas vino
      a tocar a la puerta de otro día.
      Luego pasó de esta manera:
      Céspedes sonreía.
      Flotaba la bandera.
      Alta y sola flotar se la veía.

      Todo fue así, de esa manera.

Con el arribo de la Revolución, el flujo se detiene, el verso cobra otra cadencia, un tono plácido de resumen, legendario, mítico. No puedo evitar conectar este cierre con las reflexiones finales de Ese sol del mundo moral (1974), en las que la epifanía revolucionaria reensambla la historia, la empuja del “a diario” a la trascendencia: “Y entonces llegó, con el día glorioso, con el primero de enero en que un rayo de justicia cayó sobre todos para desnudarnos, para poner a cada uno en su exacto sitio moral, la confrontación de los fragmentos de la realidad, que andaba rota y dispersa, a más de deshonrada: por lo tanto absurda, o enloquecida, o yerta. En un pestañear se rehízo la verdad, que estaba deshecha, en agonía o sepultada”[9]. Claro que la historia caracolea como un potro terco y no terminan tan luminosamente sus contradicciones; pero lo que se comunica es el estremecimiento, la impresión –colectiva e íntima– de que se ha clausurado un ciclo.

A cincuenta años de la primera edición de El diario que a diario se hace de nuevo el recorrido y se escudriñan sus recodos para explicarnos también el ahora. Cómo leerlo implica una intelección abierta y continua. Cuerpo del país proyectado asimismo hacia el futuro.


Conferencia dictada en el XIII Coloquio y Festival Nicolás Guillén, de la Fundación Nicolás Guillén, Camagüey, julio de 2022.

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