Qué humedad en el claustro donde espero
que vuelvas. Una voluntad de muerte
ronda las cosas que tocaste. Quiero
en la neblina del espejo verte.
Es porque ya no estás que son glaciales
las costas más ardientes, y el deshielo
cubre los breves bosques. Por el cielo,
qué derrumbe de heladas catedrales
bajo la luz del sueño. Qué blancura
sobre las rocas. ¿Estoy presintiendo
que no vas a volver? ¿Estoy creyendo
la voz que escucho? ¿Vuelve tu figura
desde el espejo como la estoy viendo?
¿O es un engaño más de mi locura?
Circunda el frio todo lo que amabas.
Todas las cosas que tocaste, todo
apareció de pronto de este modo,
extrañando el ardor que le entregabas.
No abrí más desde entonces las ventanas.
Los sitios de costumbre, los cuadernos
guardan aún tus ademanes tiernos,
tus saludos de todas las mañanas.
La estatua de tu sombra en el camino
no me perdona. ¿Qué presentimiento
violento te empujó como al destino
y su nave implacable empuja el viento?
Si cuando estás ausente es que adivino
que eres mi muerte y mi otro nacimiento.
Tomado de Lunes de Revolución. Número especial Homenaje a Emilio Ballagas. Núm.26, septiembre 14 de 1959.
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