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Carta a Gonzalo de Quesada (14 de septiembre de 1906)

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Carta a Gonzalo de Quesada (14 de septiembre de 1906)

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Roosevelt en defensa de la independencia de Cuba

Mañana celebran las Américas el centenario del nacimiento de Theodore Roosevelt. Como un tributo a su memoria, pasamos a reproducir el documento culminante de sus relaciones con Cuba. Había peleado por la libertad de ésta, pero quedaba por ratificar ante el mundo que sus intenciones habían sido totalmente limpias y desinteresadas. Frente a las pasiones políticas de los propios cubanos, dijo así el gran Presidente:


Oyster Bay, Septiembre 14 de 1906.
Querido señor Quesada:

En estos momentos de crisis por que atraviesa la República de Cuba, escribo a usted, no sencillamente porque sea usted el Ministro de Cuba acreditado cerca de este Gobierno, sino porque usted y yo, íntimamente, concurrimos juntos a la misma labor, en aquella época en que los Estados Unidos intervinieron en los asuntos de Cuba, con el resultado de convertirla en una nación independiente. Usted sabe muy bien cuán sinceros son mis sentimientos de afecto, admiración y respeto por Cuba. Usted sabe que jamás he hecho, ni haré jamás, nada tampoco con respecto a Cuba que no sea inspirado en un sincero miramiento en favor de su bienestar. Usted se da cuenta asimismo del orgullo que he sentido por haberme cabido la satisfacción, como Presidente de esta República, de retirar las tropas americanas que ocupaban la Isla y proclamar oficialmente su independencia. a la vez que deseaba todo género de venturas en la carrera que le tocaba emprender como República libre. Yo deseo, por mediación de usted, decir una palabra de solemne advertencia a su pueblo, que tiene en mí a quien mejores deseos pudiera abrigar en su favor.

Durante siete años Cuba ha disfrutado de un estado de paz absoluta y su prosperidad se ha desarrollado de una manera lenta, pero segura. Cuatro años también han transcurrido durante los cuales esa paz y esa prosperidad se consolidaban bajo su gobierno propio e independiente.

Esa paz, esa prosperidad y esa independencia se encuentran ahora amenazadas, porque [de] todos los males que pueden caer sobre Cuba, es el peor de todos el de la anarquía, en que la precipitarán seguramente, así la guerra civil como los simples disturbios revolucionarios.

Quienquiera que sea responsable de la revolución armada y de los desmanes que durante ella se cometan; quienquiera que sea responsable, en cualquier sentido, del actual estado de cosas que ahora prevalece, “es enemigo de Cuba”; y resulta duplicada la responsabilidad del hombre que alardeando de ser el campeón especial de la independencia de Cuba, da “un paso que pueda hacer peligrar esa independencia”.

No hay más que un solo camino para que la independencia de Cuba pueda ser asegurada, y es que el pueblo cubano demuestre su capacidad para continuar su marcha por la senda de un progreso ordenado y pacífico.

Nada le pide esta nación a Cuba, que no sea la continuación de su desenvolvimiento en la medida que lo ha realizado durante los últimos siete años transcurridos; que conozca y practique la libertad ordenada, la cual proporcionará, seguramente, a la hermosa Reina de las Antillas, en creciente medida, la paz y la prosperidad.

Nuestra intervención en los asuntos de Cuba se realizará únicamente si Cuba demuestra que ha caído en el hábito insurreccional y que carece del necesario dominio propio para realizar pacíficamente el gobierno propio, así como que sus facciones contendientes han sumido al país en la anarquía.

Solemnemente conjuro a los patriotas cubanos para que, unidos estrechamente, ahoguen todas sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden solamente que el único medio de conservar la independencia de la República, es evitando a todo trance que surja la necesidad de una intervención del exterior, rescatándola de la anarquía y de la guerra civil.

Espero ardientemente que estas palabras de apelación mías, vertidas en nombre del pueblo americano —el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que pueda existir en el mundo—, serán interpretadas rectamente, serán seriamente consideradas y se procederá de acuerdo con ellas; en la seguridad de que, si así se hiciere, quedará asegurada la independencia de Cuba y también su éxito permanente como República.

En virtud del Tratado qua existe con el Gobierno de usted, yo, como Presidente de los Estados Unidos, tengo un deber en este asunto que no puedo evadir.

El artículo tercero de este Tratado confiere explícitamente a los Estados Unidos el derecho de intervenir para el mantenimiento de Cuba de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, de las propiedades y de la libertad individual. El tratado que confiere ese derecho es ley suprema de la nación, y me enviste del derecho y de los medios para llevar a cabo el cumplimiento de la obligación en que me encuentro de proteger los intereses americanos.

La información de que dispongo me demuestra que los lazos sociales en toda la extensión de la Isla han sido relajados, y que no hay ya seguridad para la vida, para la propiedad ni para la libertad individual. He recibido noticias auténticas de los perjuicios sufridos por propiedades americanas, y de la destrucción que se ha llevado a cabo de algunas de ellas.

Es, pues, imperativo, a mi juicio, que cesen inmediatamente las hostilidades y que se lleve a cabo algún arreglo que asegure la permanente pacificación de la Isla.

Mando al efecto, a La Habana al Secretario Mr. Taft y al Subsecretario de Estado, Mr. Bancon, como representantes especiales de este Gobierno, a fin de que presten la cooperación que sea posible para la prosecución de esos fines.

Yo esperaba que Mr. Root, el Secretario de Estado, hubiera podido hacer algo en La Habana a su regreso de la América del Sur; pero la aparente inminencia de la crisis me hace no demorar esta acción por más tiempo.

Deseo por su mediación comunicarme de esta manera con el Gobierno y con el pueblo cubano. Y le envío, en su consecuencia, una copia de esta carta al Presidente señor Estrada Palma, ordenando al mismo tiempo la inmediata publicación de la misma.

De usted sinceramente,

Teodoro Roosevelt

El coronel Theodore Roosevelt posa junto a los Rough Riders luego de la toma de la loma de San Juan, Santiago de Cuba.


Recorte, con datos ilegibles, incluida en el álbum Gobierno de Estrada Palma, parte de la colección facticia de Emilio Roig de Leuschenring, disponible en el Repositorio Digital de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

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Comentarios
El Camagüey
3 meses

En el archivo de Roig también aparecen cartas cruzadas entre Taft y Roosevelt, que permiten comprender mejor los sucesos y las posiciones de ambos respecto a la compleja situación cubana. Al parecer ambas cartas fueron archivadas por la Cámara de Representantes de la República de Cuba, pues su membrete aparece en ambos documentos The President, Oyster Bay. N.Y. Habana, sept.27 de 1906 La situación ha cambiado otra vez y está volviéndose más crítica. Zayas está ahora tratando de pactar un acuerdo con algunos de los leaders del Partido Moderado, por el cual una parte del Partido Moderado y el Partido Liberal elegirán no un presidente constitucional por 3 años y medio, sino un presidente, provisional, el cual es un cargo que no prevé la constitución. Al principio yo estaba inclinado y se lo dije a él que si el acuerdo resultaba satisfactorio yo no haría objeciones a un presidente provisional, aunque no constitucional, si ésta trae paz, yo revocaré esta afirmación. Palma me ha enviado recado informal que el escribirá una nota hoy al medio día (sic) pidiéndonos que tomemos control porque su renuncia, que él ha remitido al Congreso, no podrá ser aceptado por falta de quorum. La cuestión de si ellos darán quorum dependerá posiblemente de nuestra aprobación o desaprobación del acuerdo arriba descrito. Como el acuerdo no está dentro de la constitución nosotros tendremos mucho mejor control de la situación para pacificar haciendo nuestro gobierno provisional que dejándoles a ellos formar uno. No habrá ningún inconveniente acerca del desarme de los insurrectos si nosotros tomamos el control ahora y yo creo que esto es la mejor solución que se le puede dar al asunto. Nosotros demoraremos la acción hasta que el quorum del Congreso falta, a menos que una emergencia no prevista ocurra. Taft. La respuesta de Roosevelt: Oyster Bay, N.Y, Septiembre 28,1906 Taft, Havana Su telegrama Septiembre 27 recibido. Me es muy difícil desde aquí comprender exactamente las necesidades de la situación y, por lo tanto porque una solución es mejor que la otra. A priori mi juicio es que sería mejor seguir su primer impulso y aceptar la formación de un gobierno provisional bajo un presidente provisional, a pesar de no ser constitucional. Por mi honor, yo no veo que con Cuba, en la posición en que se encuentra, necesitemos nosotros cavilar mucho acerca de la manera exacta conque los cúbanos observan o violan más o menos su propia constitución, pues esto, no nos importa. Ciertamente la Constitución vendrá a un fin si el presidente Palma renuncia y deja su puesto, mientras no haya quorum en el Congreso para aceptar su renuncia. Ni tampoco entiendo yo porqué el hecho de que el Gobierno no esté dentro de la Constitución, como V. dice alteraría nuestro control de la situación para pacificar y creo sería desafortunado para nosotros tratar de formar un gobierno provisional mientras haya una buena oportunidad de obtener paz dejando a los cubanos que ellos mismos formen su propio gobierno provisional. Recuerde que nosotros tenemos que hacer, no solamente lo que sea mejor para la Isla sino lo que esté de acuerdo con el sentimiento público en este país, y habría muy grave disgusto aquí con nuestra intervención, a. menos que podamos demostrar claramente que hemos agotado todos los medios por los que sea posible obtener la paz y la conservación del gobierno, con seguridades do orden, antes que tomar nosotros el control. Yo no creo que nosotros debemos tomar tal control sino como un último recurso y después de agotar todos los esfuerzos por conseguir la paz, y no me importa lo más mínimo el hecho de que tal acuerdo no sea constitucional. Teodore (sic) Roosevelt

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Eduardo Arteaga
3 meses

La carta de T Roosevelt muestra sus verdaderos pensamientos y posición política con respecto a Cuba, que no es la imagen de “halcón voraz” y geófago que tan frecuentemente se publica sobre él

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Calixto Pérez Luis
3 meses

@Eduardo Arteaga: Lleva usted toda la razón.

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Uva de Aragón
3 meses

Gracias por publicar esta carta del Presidente Theodore Roosevelt, que aún tiene vigencia con relación a lo que debe ser la responsabilidad del pueblo cubano. También pone de manifiesto la actitud de Roosevelt, que en verdad deseaba una Cuba independiente, como también manifiesta en su diario.

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María Antonia Borroto
3 meses

Para mí esta carta ha sido una verdadera sorpresa, y coincido con las opiniones precedentes: desmiente la imagen de Roosevelt que ha prevalecido en Cuba en los últimos años. También es muy revelador su intercambio con Taft. Muy pronto publicará El Camagüey un texto de Carlos Márquez Sterling a propósito del gobierno de Estrada Palma.

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Yskra Lípiz García
9 días

Coincido que es importante la carta de Roosevelt porque muestra al hombre que inicio los parques nacionales de los EE.UU. y mantuvo una política liberal con la A. Latina. Y.

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Oscar J. Montero
8 días

Cuarenta años de guerra contra el dominio español se conviertieron en cuatro meses en el triunfo de los EEUU sobre España, y en el control del Norte sobre el destino de Cuba, primero con la Enmienda Platt, luego con su consabido dominio sobre la economía y la política de la isla. La carta a Quesada es una maniobra diplomática repugnante. Si se quiere captar algo de la actitud del señor presidente hacia los cubanos, consúltese su libro The Rough Riders, donde dice esto de los insurgentes cubanos: "Nos encontramos con cientos de insurgentes cubanos, una tribu de andrajosos [...] Era evidente que serían inútiles en una batalla seria..."

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Oscar J. Montero
8 días

Mi abuelo fue capitán mambí y no fue ningún inútil. Roosevelt y su calaña nos entregaron una república comprometida a sus intereses. La cita anterior la he tomado del libro citado, reedición publicada en 2003, editada por Marifeli Pérez Stable.

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