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     El lechón está en punto, bien caliente y tostado
     Sirviendo de florero, su hocico, a una lechuga
     Y el pavo se entreabre, cercano a la pechuga
     Relleno de alcachofas y arroz alcaparrado.

     Aguacate, pepino y piña, bien picado
     Con ciruela en retoños, al paladar subyuga.
     Y luce bien al centro de un mantel sin arruga,
     Con tréboles en torno, un pastelón dorado

     Venga de esos manjares, venga el vino de Rioja,
     Del café venga un trago; del Pleyel parisién
     Que en la sala está abierto, venga dulce sonata.

     Mas si tu blanco rostro por mí no se sonroja
     Y pálido lo pone la nieve del desdén,
     Y escudriñas adentro y te encuentras ingrata,

     Retira esos manjares, y a mi rostro mohíno
     Dale el amor ficticio, que píntase en la mente
     Con dilatado sorbo del champán transparente,
     Con el chorro violáceo del alavense vino.

     Bota el café que tiene negruras de destino,
     Bota el café que aplaca la embriaguez más ardiente
     Y vuelca en la ancha copa que vibra dulcemente
     Los dos licores, y únanse en vago remolino.

     Da fin a la sonata y en esa resonancia
     Que te va mitigando, en esa dulcedumbre
     Que se desliza al alma y en el ambiente aún suena,

     En mi boca que tiembla, todo el licor escancia,
     Y miraré en tus ojos, no la iracunda lumbre
     Sino el amor que fluye en miel de Noche Buena.

Tomado de Alma. Ciego de Ávila. Vol.II, Núm.24, 31 de diciembre de 1922, p.8. Disponible en Ibero-Amerikanisches Institut, Berlín.

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