La musa, ¡qué triste viene!
Su vestidura enlutada
trae; la faz desencajada
y el cabello blanco tiene.
Cáliz que acíbar contiene
es su boca purpurada.
La mano fina y helada
entre mis manos detiene.
¿Por qué semeja una viuda?
¿Quién a que doliente acuda
la manda loca a gemir?
¡Ay! un hado cruel la obliga
que sollozando me diga
que presto voy a morir!
Marzo 1896
Tomado de Revista de Cayo Hueso, Vol. II, Abril 30 de 1898, Núm.20, p.17-18.