La organización de nuestra sociedad está fundada en un error. No lo están mejor las otras, pues que la mayoría se han constituido con miras a resolver el problema sexual y no de una manera equitativa; sino tergiversándolo a sabiendas y haciendo por cohonestar su interpretación.
Es el caso que la nuestra lo resuelve de una manera dupla, inmoral a todas luces, en provecho masculino, so capa de provecho social.
Para asegurarse el dominio de la paternidad el hombre enclaustra a la mujer: amor legal, amor moral. Para asegurarse el libre ejercicio sexual, el hombre emancipa a la mujer, prostituyéndola: amor ilegal, inmoral.
De hecho divide a la mujer en dos castas: las que enajenan su derecho: honradas; las que lo ejercitan: deshonradas. Todas las mujeres somos iguales.
Lo fundamental para llegar a un buen entendimiento entre la naturaleza y la sociedad es que las cuestiones de índole sexual dejen de ser tenidas por inmorales. Como resultado inmediato de este acuerdo, en principio, desaparecerá la prostitución, y el adulterio no tendrá razón de ser.
Hay una obra del siglo XIX, de Honorato de Balzac, La fisiología del matrimonio, que lanza la gran teoría puesta en práctica por instinto en los Estados Unidos de América:
Las mujeres tienen las mismas apetencias sexuales que los hombres. Esto es un hecho y ante los hechos sólo queda la obligación de reconocerlos. Este, entre nosotros, sólo se ha querido tapar. Parece que creen conjurar el conflicto fingiendo ignorarlo.
Las apetencias deben de realizarse en cuanto apunte, tanto en uno como en otro sexo. Las uniones naturales fortuitas contarán, por tanto, con el beneplácito de todos. Se objetará a estas uniones previas el defecto de nuestra moral de origen, que no habrá en ellas prole. La finalidad del acto sexual no es ni debe ser siempre la familia. Esta debe ser el resultado de cualidades permanentes a que sólo se puede llegar por plena conciencia de ellas mismas. De estas uniones libres provocadas por los instintos sexuales más saludables, afianzadas por características psicológicas y morales, resultarán las otras definitivas: hogar, familia.
La iglesia y las finanzas han hecho valedera la mentira de que el amor moral ha de resolverse infaliblemente en hijos, y que aquel que no se convierta en ellos es de orden bastardo. No. El amor, en principio, es una fuerza, un plus vital, imperativo que si no actúa, lleva al individuo de uno u otro sexo al desequilibrio. Su finalidad es realizarse, libertarse. Luego, antes que los hijos están los padres presuntos, su salud física y moral; por tanto, la paz de su espíritu.
Nuestro mundo occidental ha condenado a su humanidad hace diez y nueve siglos: al hombre al vicio, a la mujer, peor, a todos los vicios y dolores a que lleva privarla de realizarse en su más puro instinto.
Nota de El Camagüey: Pater semper incertus significa el padre siempre es desconocido.
Tomado de Emilia Bernal: Antología literaria. Verso, prosa y traducción poética. Selección e introducción de Manuel J. Santayana Ruiz. Prólogo, edición y notas de Emilio Bernal Labrada. Nueva York, Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2020, pp,215-216.