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La educación de la mujer

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La educación de la mujer

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Señora presidenta de este Congreso:

Señores y señoras:

Llego ante vosotras temerosa y turbada, pues reconozco que no poseo cualidades oratorias ni los conocimientos necesarios para desarrollar con éxito, en este Congreso del saber y la inteligencia femenina, el tema que escogí por estar más en armonía con los ideales de la Asociación que represento y con mis propias ideas.

Empezaré por daros a conocer esa institución camagüeyana que durante dos años tuve el honor de presidir y que fundé en unión de un grupo de señoras y señoritas amantes del progreso y el cultivo del intelecto femenino.

A este fin fundamos una revista y organizamos veladas. artístico-literarias que estimulan a la juventud al cultivo de las bellas artes; sostenemos profesoras de música e idiomas, tejidos, corte y costura y tenemos además una pequeña biblioteca a disposición de nuestras asociadas y lo digo con orgullo, ellas van allí a estudiar o a preparar obras de caridad; de ningún modo a perder su tiempo en la ociosidad y la murmuración.

Así comprenderéis que haya elegido el tema que se refiere a la educación de la mujer y a la necesidad de ampliar esa educación y, si es necesario, aumentar el número de escuelas existentes para poder esparcirla en el territorio de nuestra nación. A este respecto opino como una escritora de la antigüedad, que nada es tan importante para la buena organización de una República como las leyes y preceptos que rigen la educación de la niñez.

Hasta la fecha se ha concedido mayor importancia a la educación del varón, para prepararlo a la lucha por la existencia, prestándole poca atención a la de la niña. Como, si más tarde cuando la niña se convierta en mujer y ésta llegue a convertirse en madre, no necesitara un caudal de conocimientos, de cultura y buena educación moral y religiosa para trasmitirlos a sus hijos y hacer de ellos hombres y mujeres útiles a la familia y a la sociedad.

He oído contar a algunas ancianas que a principios del siglo pasado aun había padres que no permitían a sus hijas aprender a escribir para evitar que sostuvieran correspondencia amorosa por este medio.

Afortunadamente ya pasaron aquellos tiempos, y hoy la mujer asiste a cátedras y universidades y se prepara mejor para la lucha por la existencia. A pesar de todo aún existen en nuestra República gran número de analfabetos, aún reina en muchos hogares la ignorancia y la superstición absurda, y a causa de esto se propagan los vicios, la vagancia y la inmoralidad.

Para extirpar esos males y difundir la educación en el pueblo, nada más práctico que ilustrar a la mujer.

Nadie negará el inmenso poder y la influencia de la mujer en el hogar; el padre generalmente está algo alejado de él por sus múltiples ocupaciones, por sus deberes políticos y la necesidad de trabajar para traer el sustento a la familia; y ella está más en contacto con, los hijos y los educa y dirige, formando su corazón y sus costumbres.

Si las mujeres comprendiesen la trascendencia que tienen sus acciones buenas o malas en las costumbres de un pueblo, tratarían de ser mejores de lo que son; tratarían de educarse a sí mismas, de mejorar sus modales, de corregir sus defectos, de ser nobles y buenas para que sus hijos fueran buenos y nobles también.

Las criaturas copian nuestros modales y reflejan nuestras acciones.

Como las esponjas absorben el agua fétida y corrompida de los pantanos o la clara y deliciosa del manantial.

La mujer cubana, en general, es inteligente e impresionable. Poética por naturaleza, ama lo bello por instinto, gusta de la lectura y el trato de las personas cultas. Si cultivásemos esos instintos y dirigiésemos esas lecturas; si tratásemos de educarlas divirtiéndolas por medio de conferencias instructivas y presentándoles ejemplos prácticos de moral y honradez, en cinematógrafos gratis para familias pobres; ofreciendo premios a los autores que escribiesen argumentos adecuados para ese objeto, haciéndoles ver las ventajas que la honradez nos proporciona, la belleza de la virtud y la fealdad del vicio; llegaríamos por este medio a penetrar en el corazón de las clases inferiores y contribuiríamos a mejorar la sociedad actual. También pediría a nuestros gobernantes que estableciesen previa censura en las exhibiciones cinematográficas que se ofrecen a los niños, y solo permitiesen exhibir producciones de absoluta moralidad.

...uno mi débil voz a la valiente y autorizada de mis compañeras, para pedir que se mejore la condición de la mujer, que se ofrezcan cursos más amplios de enseñanza doméstica, en los que los preceptos de higiene no sean olvidados. 
Cortesía de Pável Alberto García

Si mi voz fuese oída por mis gobernantes, yo les pediría que ampliasen los cursos de enseñanza doméstica, trabajos manuales e higiene infantil en nuestras escuelas.

¡Cuántas criaturas se malogran por la ignorancia de las madres! ¡Cuántas podrían salvarse si las mujeres recibieran una instrucción más adecuada a su condición de futuras madres!

Toda madre está en el deber de cultivar la inteligencia que nos hace superiores a los demás seres de la creación. La mujer es un ser humano de la misma naturaleza que el hombre y su inteligencia está probado que no es inferior a la de éste.

¿Por qué, entonces, se le da una educación inferior y se la incapacita para alcanzar mayor éxito en la lucha por la vida?

¿Sabemos acaso lo que reservara el porvenir a esas hijas queridas que adornamos y cuidamos con tanto esmero?

No todas se casarán ni estaremos siempre a su lado para protegerlas como desearíamos.

Pueden verse huérfanas o viudas, arruinadas por no haber sabido administrar los bienes que heredaron de sus antepasados.

Yo he visto en la guerra de los diez años numerosas familias arruinarse de un día para otro al ser quemados sus ingenios y potreros; y he visto nobles y santas mujeres, mientras sus maridos luchaban en los campos de Cuba por la independencia de la patria, pasarse el día y aun la noche, trabajando en la máquina de coser para ganar ochenta centavos que les pagaban por una docena de pantalones o de fundas de catre sus inicuos explotadores.

Era muy niña en aquella época aciaga, pero no he olvidado las escenas tristes y dolorosas que presencié. Por eso uno mi débil voz a la valiente y autorizada de mis compañeras, para pedir que se mejore la condición de la mujer, que se ofrezcan cursos más amplios de enseñanza doméstica, en los que los preceptos de higiene no sean olvidados; que se trate de moralizar a las de la clase proletaria por medio de conferencias en teatros y cinematógrafos, exhibiendo películas morales e instructivas.

En fin, que se eduque a la mujer en todas las clases sociales para que esté en condiciones de criar y educar a sus hijos, y pueda trasmitir su saber y sus virtudes de hijos a nietos, de hogar a hogar, de generación en generación.

Las delegadas al Congreso visitan la créche y asilo de El Vedado 
Tomada de Memoria del Primer Congreso Nacional de Mujeres


Tomado de 
Memoria del Primer Congreso Nacional de Mujeres organizado por la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas, La Habana, Abril 1ro al 7, 1923,  pp.374-376.
Este texto también apareció en la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey.

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