Los que aprisionas, sienten el delirio
de la pasión que embriaga o que desvela,
y de tus gracias sufren el martirio
las que seguir pretenden tu áurea estela.
Busquen otros en ti tu faz de lirio
donde enterró sus ojos la gacela,
tu breve boca, tu esbeltez de cirio
y tu cuerpo gentil que no anda: vuela.
Yo busco más; yo busco en la escondida
llama que da fulgor a tu hermosura
y nimba tus contornos virginales,
las virtudes del ser que te dio vida,
del héroe que murió con la bravura
y el honor de los grandes ideales.
New York, 1893
Tomado de El Fígaro Año IX, 22 de octubre de 1893, n.37, p.447.
La publicación de este soneto hubiera sido imposible sin la colaboración de Pedro Pablo Rodrígues y Montesino Grandias.