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Insoportable plaga

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Insoportable plaga

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La plaga de mosquitos que azota a Camagüey es realmente insoportable. Al oscurecer, miles nos atacan sin piedad. Apenas si se pude abrir la boca, porque se meten de sorpresa en la cavidad bucal. Cuando decidimos ir a la cama, ya nos han atacado sin misericordia cuando veíamos un programa de televisión, y aun en la cama, nos atacan con verdadero ensañamiento sin que valgan de nada las fumigaciones. El único recurso es el mosquitero, y con los calores que sufrimos, éste resulta a su vez insoportable.

En días pasados vimos en La Habana máquinas fumigadoras de gran potencia trabajando activamente. Allí, en las cercanías del nuevo Palacio de Deportes, nubes de humo se esparcían para acabar con los mosquitos. Nosotros pensamos en aquel momento en nuestra situación. ¿Por qué no mandan una de esas máquinas fumigadoras para aliviar la situación de los camagüeyanos? El interior de la República no es Cuba. Aquí tenemos que vivir como Dios quiera, sufrir toda clase de plagas y todavía aguantar callados. Aquí lo que tenemos que hacer es pagar contribuciones e impuestos a cambio de muy deficientes servicios a la comunidad.

Los dos ríos que atraviesan a la que fue Villa de Santa María del Puerto del Príncipe no fueron nunca caudalosos, pero corrían sus aguas y hasta había baños populares en Juan de Toro y en el Paso del Caimán, que muchos viejos recuerdan porque ellos se bañaron cuando todavía eran muchachos. Ahora esas corrientes, la del Tínima y la del Hatibonico, no son ya ni siquiera arroyuelos. Sus aguas estancadas, muy sucias y mal olientes, son las grandes incubadoras de mosquitos, plaga que causa grandes molestias a quienes vivimos en esta ciudad, digna de mejor suerte.

Y como si fuera poco ese mal oliente foco de mosquitos que se puede admirar desde el Puente de la Caridad o desde el Puente de San Lázaro, tenemos a la vista zanjas, baches, vertederos de basuras, etc., que son a su vez incubadoras de mosquitos y criaderos de moscas para el desarrollo de plagas y enfermedades. Aquí tenemos muchos y muy notables elementos, sin que la Sanidad Cubana se preocupe de esos problemas que afectan a la salud del pueblo: cuanto más, se preocupan por la venta de leche para castigar a los que adulteran ese producto.

Todo eso hay que soportarlo con mucha paciencia. No se puede decir nada porque nos consideran majaderos, pero si vamos a decir la verdad, nuestra situación en esos aspectos es realmente insoportable.

¿Qué podemos hacer?: seguir viviendo como Dios quiera, las quejas no se atienden, para el interior no hay dinero y para Camagüey todavía menos que para otras provincias. Sufriremos los mosquitos y el único recurso que nos queda es pujar como el carnero.

Puente de la Caridad en los años 50.

Publicado en el periódico El Camagüeyano, el 9 de mayo de 1958. Tomado de Camagüey en la pluma de Luaces, de Reinier Sánchez Jacomino. (Trabajo de diplomado presentado en opción del título de Licenciado en Periodismo. Tutor: Eduardo Labrada. Universidad Central Martha Abreu de Las Villas, 2008)
Nota de El Camagüey: Se han realizado modificaciones en la puntuación y corregido algunos errores gramaticales en aras de facilitar la lectura.

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Comentarios
María Antonia Borroto
2 años

El Camagüey rara vez hace alguna enmienda a las publicaciones de textos previamente editados. En este caso, sin embargo, y pensando sobre todo en el lector actual, hemos procedido a corregir evidentes errores de redacción. Obviamente la prisa del diarismo y el innegable hecho de que su autor no era un estilista, y tal vez ciertos descuidos del equipo de correctores de El Camagüeyano (en todas partes y en todos tiempos se cuecen habas), explican los dislates, que nosotros mismos no nos hubieramos perdonado. ¿Por qué publicarlo?, se preguntará entonces el lector. Su autor fue un reconocido periodista camagüeyano, con una mirada muy crítica de su entorno, un ciudadano comprometido con el mejoramiento social que, a la vez, hacía periodismo (o viceversa, como usted prefiera verlo). Los textos suyos que hemos podido revisar, si bien sin galanuras de estilo, movidos más bien por la urgencia diaria, permiten apreciar otros matices del Camagüey de los años 50 y, sobre todo, ciertos rasgos del periodismo de la época; eso explica su inclusión en este sitio web. Nos asomamos, con este texto (y sin quererlo, o al menos no en primera instancia) a un asunto que sigue siendo crucial y muy polémico para el periodismo: la (aparente) contradicción entre las aspiraciones literarias y las otras tantas funciones que un texto periodístico debe cumplir, tanto en los cincuenta como en la actualidad. Claro, acostumbrados —como ya deben estarlo los lectores de El Camagüey— a la calidad del periodismo de Varona, Martí, Mañach, Rosa Hilda Zell, Guillén y tantos otros presentes ya en nuestras páginas, tal vez este texto cause alguna extrañeza.

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María Antonia Borroto
2 años

La publicación del texto enmendado por El Camagüey también nos insta a muchas reflexiones y nos coloca en el dilema ético (e incluso estético) de quienes se dedican a publicar textos pretéritos, bien en las llamadas "obras completas" de autores reconocidos, bien en antologías o selecciones. El Camagüey, que está deviniendo en una suerte de antología de lo camagüeyano, no escapa de estas angustias. Sí, porque algo de angustioso hay (si uno asume con seriedad su trabajo) en publicar cartas privadas, íntimas y hasta confesionales, o textos de los cuales el autor se arrepintió (es el caso de "La hija pródiga", de Varona). Eso por un lado, y por el otro el dilema al que nos vemos abocados con este texto en particular: ¿es lícito enmendar lo que evidentemente está mal?, ¿no estaríamos, al corregirlos, faltando a la verdad histórica?, ¿es correcto hacerlo cuando no podemos discutir el asunto con el autor? La respuesta, obviamente, sería no, ¿verdad? ; de hecho, es la que siempre nos hemos dado a nosotros mismos. Ah, pero el asunto se complica cuando el texto en cuestión, como éste, tiene evidentes errores. Uno siente entonces que la labor de corrección, aunque tardía, es justa y necesaria, y que el lector actual (para quien a fin de cuentas trabajamos) lo agradecerá. He creído éticamente correcto hacer estas aclaraciones e, incluso, invitar a los lectores de El Camagüey a opinar al respecto.

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Elinor Pérez
2 años

Por lo visto el priorizar a La Habana en todo sentido con respecto al resto del país, es un mal que se arrastra desde siempre, una plaga tan dañina como los mosquitos, como también se intuye que en Camagüey los intereses económicos de los ganaderos tenían más peso que la sanidad, dado el comentario al vuelo de la imposición de multas a los que adulteraban la leche. Sin embargo, a pesar de todo, no recuerdo que el paludismo afectara en esos años de manera significativa a los habitantes como ahora el dengue, lo que indica que la campaña nacional de fumigación emprendida por los norteamericanos resultó efectiva. Una buena estampa del Camagüey de los 50, con la frase incluida "pujar como el carnero".

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Elinor Pérez
2 años

Las calles de Camagüey en esa época eran de tierra; a finales del 58 asfaltaron la mayoría. Imagínate en una ciudad con tanta actividad industrial en lácteos, y carnicerías a casa paso, sin mencionar tenerías y otros negocios que producían desechos, era normal que hubiera mosquitos por mucho que se tratara de mantener la higiene en cada lugar. Aclaro que tal vez la pavimentación de las calles comenzó antes, pero se intensificó en ese año. Coronel Bringas, donde está La Vaquita, y las calles principales de La Caridad antes de esa fecha eran de tierra. Yo vivía en Calle Cuba y presencié ese proceso.

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Dulce Maria Perez Garaboto
2 años

Nací en el 1951 y no recuerdo nada de esa plaga de mosquitos. Yo vivía en Vista Hermosa y sólo conocí el mosquitero después de la revolución; no,no recuerdo los mosquitos antes. No es solo esta vez que me hago la pregunta de cómo era posible que antes no conociera los mosquitos ni los mosquiteros. Igual me pasa con respecto a los robos domiciliares, nosotros nos ibamos tres meses a San Jacinto a la casa de la playa y la casa se quedaba sola, cerrada, pero sola, y jamás fuimos víctimas de robos. Es cierto que recuerdo un señor al que le decían "el sereno" y se paseaba en bicicleta por todo el reparto y al que se le pagaba algo por cuidar las casas, pero solo lo veían pasearse en su bicicleta por las calles del reparto, me parece verlo; eso era antes de la revolución.

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María Antonia Borroto
2 años

Bueno, habría que ver si era en ciertas zonas de la ciudad. El periodista que lo cuenta era muy activo y conocido. Y se jubiló, o lo jubilaron, en el 59.

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Dulce Maria Perez Garaboto
2 años

Tú eres joven, pero si hubieras visto Vista Hermosa en esos años... Increíbles los jardines con spotlights en los ángulos de los techos de las casas dirigidos a esos jardines. Recuerdo hasta el olor de los jasmines, canteros de rosas y hasta de la hierba recién cortada como una alfombra muy verde, con una planta de florecitas rojas en ramos, muy tupido el arbusto. Los jardineros de esa época, que eran artistas, hacían cestas recortado el arbusto y dándoles esa forma. El nuestro se llamaba Vicente, empezó muy jovencito en mi casa y junto con él, el resto de las personas que trabajaban en casa, formaban una gran familia. Años despues de la revolución nos venían a ver y cuando me vine para acá en el 83, Flora la cocinera —no sé todavía cómo se enteró, porque vivía lejos—, vino con los hijos ya adolescentes a despedirse, hacía algunos anos que no la veía. Toda esa gente, menos el jardinero, cuando nos íbamos los tres meses a la casa de la playa, venían con nosotros, era una mudada. Los años más felices de mi vida fueron esos, hasta me iba muy pequeña de pesquería con mi papi en el velero que tenía, El Halcón, que el que lo cuidaba se llamaba Pascual y lo tenía en Nuevitas, pero en las vacaciones papi lo traia con Pascual hasta San Jacinto. No puedes imaginarte todos los recuerdos que me ha traido el asunto de los mosquitos. A mis 71 anos puedo sentir el olor del mar mezclado con el monte que había en el costado de la casa de la playa, la música que la brisa traia del jubox de una especie de bar o pequeño comercio sobre pilotes cerca de casa, cuántos recuerdos... Puedo ver de manera borrosa las familias que iban también, yo deambulaba sola (menos de 7 años) por todo ese reparto de calles de arena aplanada y donde no había electricidad todavía; en las noches eran quinqués y yo cazaba cocuyos en los matorrales del costado de casa, sí, los años mas felices de mi vida, corriendo sola entre los arrecifes, huyéndole a la manejadora que me tiraba del pelo para desenredarlo y que cuando mi papi estaba allí, venía con una tijera y cortaba los nudos... La niña de sus ojos... Cuántos recuerdos que revivo cuando se los cuento, sin cerrar los ojos lo puedo ver todo en imágenes. Perdóneme por esta histoia,la culpa fueron los mosquitos.

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María Antonia Borroto
2 años

@Dulce Maria Perez Garaboto Al contrario, me ha encantado, gracias a usted por compartir tan bellos y entrañables recuerdos.

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Dominica Legañoa
2 años

Me gustó; es el reclamo del provinciano ante problemas que en la capital tienen una mejor solución, cuestión que se mantiene hasta nuestros días; se parece a uno de los que aparecen en la actual sección Catauro del periódico Adelante.

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Dominica Legañoa
2 años

Muy lindo lo que provoca El Camagüey (elcamagüey.org)... Bueno yo vivo cerca del río y sí recuerdo que en mi casa todas las camas tenían mosquiteros. Mi padre les hizo de madera unas piezas con una perforación en el medio y allí se colocaban "unos palitos bien hechos" a la altura de más de un metro con un clavito en el centro. A la hora de dormir, se buscaban los palitos, se colocaban en esa pieza y quedaba la cama lista para dormir con mosquitero. Entonces parece que sí molestaban los insectos.

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