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Céspedes, Quesada y Agramonte (del libro Carlos Manuel de Céspedes)

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Céspedes, Quesada y Agramonte (del libro Carlos Manuel de Céspedes)

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En virtud de causas cuyo conocimiento se desprende del curso de esta narración, una rivalidad sorda y más tarde un antagonismo manifiesto existían entre los miembros de la Cámara y el general Quesada. El conflicto debía tener lugar, y lo tuvo efectivamente. El jefe del Ejército fue depuesto, y Céspedes supo con profunda pena el acontecimiento, no sólo por el efecto moral que este hecho podría ocasionar, sino porque tenía grandes esperanzas en las aptitudes militares, y el talento organizador de un soldado que ya había ofrecido pruebas de su capacidad

Cuando vino Quesada a la residencia del Ejecutivo en San Diego del Chorrillo, al anunciarle al Presidente su deposición, le manifestó que creía de su deber, antes de abandonar la isla, aprovecharse del suceso ocurrido para hacerle sentir que las necesidades de la guerra imponen la autoridad suprema del mando sin discusión ni tardanza; que la rapidez, la energía y la oportunidad en las resoluciones son incompatibles con las intrigas y combinaciones del Poder Legislativo; que la patria no necesitaba discursos ni sabias leyes, sino soldados, fusiles y disciplina; que, además, la Cámara errante se veía a cada momento expuesta a ser sorprendida y prisionera por una columna española; que no era legalmente la expresión de la voluntad nacional, siendo el enemigo dueño de casi todo el país y no habiendo sido tampoco los habitantes del territorio en armas, regularmente llamados a depositar sus votos en las urnas electorales; que la guerra de Cuba era una guerra especial, sangrienta, sin tregua, y que los patriotas no poseían ni una plaza fuerte, ni un cuartel general fortificado y permanente; que carecían de los recursos más indispensables; que la lucha entre los poderes militar y legislativo disminuía el prestigio de la Revolución en el extranjero, y creaba constantes obstáculos a la marcha franca y resuelta de la campaña; que el estado de guerra era una situación violenta y excepcional, y no podía ni debía regirse por las leyes e instituciones del estado normal; que aun en las mismas naciones constituidas y organizadas, y hasta en las más libres del universo, se declara la dictadura en las grandes crisis que amenazan su existencia. Terminó, por último, aconsejándole en nombre de la Independencia de Cuba y del peligro inminente que amenazaba sus destinos, a asumir la inmensa responsabilidad de hacerse dictador, y conservar el poder absoluto hasta que el triunfo definitivo de las armas diera a los cubanos patria y libertad.

Céspedes permaneció inquebrantable en su propósito de respetar la inviolabilidad de la Constitución.

Al despedirse el general Quesada, comisionado por el Gobierno con objeto de solicitar recursos en el extranjero, profirió estas palabras, que Céspedes en días no lejanos tuvo ocasión de recordar: — “Tenga entendido, Ciudadano Presidente, que desde hoy mismo comenzarán los trabajos para la deposición de usted”.

El día 15 de abril de 1870, por cuestiones relativas al servicio, tuvo Céspedes un disgusto con el mayor general Ignacio Agramonte; el cual, con su altivez y habitual orgullo, resignó inmediatamente el mando de las fuerzas del Camagüey. Aceptóse la dimisión y fue nombrado Federico Cavada para reemplazarlo. Solicitó enseguida Agramonte pasaporte para el extranjero, alegando como fundamento de su petición la necesidad de ir a trabajar para su familia, residente en Nueva York. Pensando Céspedes que la ausencia de un jefe del valor y prestigio de Agramonte pudiera perjudicar la causa que defendían, y considerando al mismo tiempo que el motivo que alegaba el general podía y debía obviarse fácilmente, propuso en consejo de gabinete las medidas que el caso requería, pues era su intención utilizar los servicios que las virtudes y méritos de Agramonte ofreciesen a la patria, como en efecto lo hizo cuando lo creyó conveniente.

La intención patriótica de Céspedes no está sujeta a dudas; equivocó, sin embargo, Agramonte el espíritu del primero, y el 26 de abril le envió una carta imprudente, insultante, impropia de una razón serena y de la consideración que debía merecerle la persona a quien la dirigía. Céspedes respondió diciendo que el puesto que ocupaba le impedía aceptar la provocación y batirse en duelo; pero que tan pronto como dejase la primera magistratura que desempeñaba, pediría reparación de la ofensa.

Después de este acontecimiento, el general Agramonte se declaró abiertamente enemigo de Céspedes. Con la misma violencia que caracterizaba en aquella época muchos de sus escritos, bien diferentes, por cierto, a los que luego trazara el héroe de Jimaguayú, en el documento que publicamos a continuación, incita la Cámara a deponer al Presidente, tomando por pretexto hechos que lejos de ser injustificables desaciertos, hijos de la pasión, fueron medidas necesarias, inseparables de toda guerra como la de Cuba.

C. C. R. R. del Camagüey. — Conciudadanos: Después de mi carta anterior contra la explotación que se está ejerciendo en el Camagüey, y que no produjo otro efecto que el de algunas inútiles interpelaciones a los ministros, en la Cámara de Representantes, ha continuado el mismo orden de cosas, y entre los hechos que han llegado a mi conocimiento, descuellan tres órdenes del Jefe de Estado Mayor General: una de cuatro mil pistones a cargo del C. Esteban Mola, y a favor del General Marcos García; otra de doce mil a cargo del Coronel Antonio Aguilera, Cuartel Maestre General del Estado, y a favor del Coronel Torres, de la división de Remedios; y la otra a un comisionado concebida en estos términos: —“En vista de que el enemigo pretende recorrer en sus actuales operaciones todo, el territorio del Estado y situar campamentos en los puntos más importantes, se servirá V. destruir con el fuego sin pérdida de tiempo, las casas de las fincas mayores, y las fábricas de ingenios que puedan ser utilizadas por el enemigo durante la . campaña de primavera. Las autoridades civiles y militares se servirán prestar toda clase de auxilios al comisionado. — Federico Cavada, Jefe de Estado Mayor General en Operaciones”.
Con igual autorización hay otros comisionados.
¿Hasta dónde nos llevarán las contemplaciones y la falla de energía de la Cámara de Representantes? ¿Hasta cuándo aparecerá impasible ante tantos abusos? ¿Esperará que Carlos Manuel y sus secuaces arruinen el país, para proceder con energía? No parece sino que se quiere acabar con el Camagüey para poder decir luego neciamente, cuando se le haya reducido a la impotencia, que no hace nada, que el enemigo se pasea impunemente en su territorio; y en tanto sus Representantes que conocen el mal, que lo palpan como yo, y como todos, sufren y callan por contemplaciones que se avienen mal con la marcha firme y enérgica que exige toda revolución y la conciencia de todo buen patriota.
Piensen, amigos míos, que contraen responsabilidades ante los hermanos cuya confianza tienen, ante su conciencia y ante la Historia, los Representantes del Camagüey que permiten se les sacrifique en aras de celos mezquinos y de un encono injustificable; y de una vez pongan coto a esa explotación y a esa devastación inmotivada que amenazan hundir el país y la Revolución.
De V. V. de corazón. — Ignacio Agramonte y Loynaz.
Quemado de Cubitas, mayo 21 de 1870.
P. D. También sé que el General Villamil recoge caballos por orden superior, sin respetar ninguno.

Pocos días después salía Céspedes del Camagüey con dirección a Oriente. El objeto de ese viaje fue enterar a aquella parte de la República, del estado en que se hallaba la Revolución. Copiamos algunos de sus incidentes de las notas de Carlos Pérez, secretario que fue de Céspedes en aquel entonces.

Mayo 28, 1870. — Al fin hemos salido para Oriente después de mil contrariedades... Dejamos el Camagüey tal vez por mucho tiempo... El Camagüey no ha correspondido a nuestras esperanzas.
Ryan nos acompaña con la caballería.
Junio 30. — El Caimito. — Van llegando los de la Cámara para la apertura de ésta. El enemigo ha ofrecido que no se reunirá. — Salimos para la Aguada.
Julio 1ro. — El enemigo ha sido hostilizado por nuestras tropas. Ha habido un combate en el Caimito, de donde salimos ayer.
Día 3. —(Sta. Ana.) — Se oyen tiros muy temprano. El Presidente, con la asombrosa sangre fría que lo caracteriza, ha dispuesto que todo esté listo para marchar. Vino el general Vicente García, y con el Presidente logró calmar la inquietud. — El enemigo va por el Guamo.
Día 4. Se ha reunido la Cámara y el Consejo. Ambas corporaciones han celebrado hoy sesión a pesar de lo manifestado por los españoles. — A propósito de lo de Quesada (nota: su comisión de recoger auxilios para Cuba), los opositores han lanzado contra el Presidente recriminaciones y cargos fortísimos. Rafael Morales ha dimitido su cargo de Secretario. Este no ha procedido lealmente con el Gabinete, o mejor dicho, con el Presidente. Se conspira mucho contra éste, pero él sigue su marcha teniendo siempre por objeto de todas sus aspiraciones la salvación de la Patria.
Día 5. — La Cámara ha acordado que para las graves cuestiones que se han suscitado, el quorum por lo menos sea de diez miembros en lugar de los siete a que está hoy reducido.
Día 6. — Hoy ha habido muchas conferencias. — Morales habló conmigo, y lo encontré arrepentido del paso de la dimisión. — Los opositores ceden algo de su rigor.
Día 7. — Se ha arreglado lo de Morales: vuelve al Gabinete. El Presidente y él han conferenciado a instancias de los que amamos el orden, y no pertenecemos a partidos ni banderías. — Los enemigos vienen del Guamo sobre este punto. —Se han ensillado los caballos y esperamos. — Partimos para la Escondida. — Los nuestros, con el valiente Pancho Vega a la cabeza, van a salirles al paso. Habrá mucho fuego. — En la Escondida encontramos las fuerzas de Modesto Díaz.
Día 8. — Estamos en la estancia del Caimito. — Pancho Vega ha mandado a pedir pertrechos; bate al enemigo en Sta. María.
Día 9. — Los enemigos se han replegado sobre el Guamo.
Día 10. — Salimos para Sta. Ana.
Día 11. — El Presidente fue a ver su señora y ha vuelto.
Día 12. — El mal estado de la Jurisdicción de Holguín ha hecho que el Gobierno mande a Aurrecochea a reemplazar a Peralta. —Los representantes del Camagüey siguen en su sistema anticespedista. Todos los actos de éste son censurados y ridiculizados hasta el extremo de apelar a la calumnia. ¡Qué indigna es la conducta de algunos altos personajes del Camagüey!
Día 13. — La deposición del Presidente sigue siendo objeto de intrigas. Son tan pocos los que la desean, que es casi insignificante su número. — ¡Qué triste es ver en medio de las tribulaciones de que estamos rodeados, tan inmediatos al peligro y con el enemigo aún sobre nosotros, agitarse las pasiones de una manera tan perjudicial a la causa de la Patria! ¿Por qué ha de ser siempre la ambición el origen de todas las desgracias? — ¿No puede acaso el hombre hacer por un momento abstracción de ella en beneficio de la humanidad? — El pueblo que gime y trabaja por mejorar su condición, ¿deberá siempre ser la víctima?
Agosto 18. — El Naranjal. — Salimos para el Camagüey otra vez.
Octubre 8. —El Cacaotal. — La Cámara discute una nueva ley de organización judicial, que tiene al Presidente muy disgustado. Dice que si la votan dará su renuncia.

En el curso de estos acontecimientos recibió Céspedes la noticia de que su hijo Oscar, preso por los enemigos, estaba condenado a muerte. Los españoles sometieron con este motivo al caudillo, a la más tremenda y dolorosa prueba que pueda sufrir sin romperse el corazón humano. Le ofrecieron la vida de su hijo en cambio de un arreglo personal cuyas bases se discutirían. Céspedes respondió:

—“Oscar no es mi único hijo: soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución”.


Tomado de Carlos Manuel de Céspedes. París. Tipografía de Paul Dupont, 1895, pp.35-40.

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