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Introducción (De Mi diario de la guerra)

Introducción (De Mi diario de la guerra)

Hacía ya tres meses que nuestros hermanos de Oriente, se batían con los españoles al grito de ¡Viva la Independencia!

En las Villas, gruesas partidas al decir de los diarios españoles, obedecían a los cabecillas, Joaquín Castillo, Juan Bruno Zayas y otros que lanzaban idéntico grito.

¡El Camagüey esperaba! ¿Qué era lo que aguardaban los camagüeyanos para lanzarse a la lucha? ¡Aguardaban al Jefe Militar de la Revolución que se había anunciado ya, para salirle al encuentro y recibirlo en sus brazos!

El día cinco de junio salió a los campos de la Revolución, el venerable patriota Salvador Cisneros Betancourt, con treinta jóvenes, hijos de las más distinguidas familias del Camagüey. El doce se habían incorporado al Mayor General Máximo Gómez que después de la muerte de Martí, era el jefe principal del movimiento revolucionario.

El veinte y dos había éste tomado ya a tiro y tea, los poblados de Alta-Gracia, donde murió el general Paquito Borrero, San Jerónimo y El Mulato; ¡y más de setenta guerrilleros españoles habían probado en sus pescuezos el filo de los históricos machetes de los cubanos, en el combate de La Larga!

El día primero de Julio pudo el General Gómez, devolver a Oriente, cargada con rico botín de guerra y bien montada, la valiente Escolta que a las órdenes del benemérito Brigadier Capote, le acompañó al Camagüey.

Los trabajos de organización de las fuerzas del Camagüey son llevados a cabo, por el General Gómez auxiliado eficazmente por el Marqués de Santa Lucía, ciudadano genuinamente civil y al cual se asocia éste, hasta para la designación y aprobación de los nombramientos de jefes y oficiales del Ejército.

Los que acusan al General Gómez de ambicionar la dictadura militar, no se han fijado sin duda en este detalle importantísimo que les arroja un mentís a la cara.

En agosto se recibe en el Cuartel General la noticia de haber desembarcado por Sancti-Spíritus, con una magnífica expedición, el Mayor General Carlos Roloff y brigadieres Serafín Sánchez y José María Rodríguez. Traen un gran convoy de armas y municiones y un contingente valioso de patriotas; entre ellos Enrique Loynaz del Castillo y Fermín Valdés Domínguez.

Además, algunos quintales de dinamita.

El Mayor General Máximo Gómez en 1899.

El General Gómez que se encuentra en situación difícil, por la falta absoluta de municiones de guerra, despacha en comisión a la carrera, al ya Coronel (¡!) Lope Recio Loynaz a buscar lo que de esa expedición puedan darle al Camagüey y al mismo tiempo a traer los Representantes de Villas y Occidente que junto con los de Oriente y Camagüey que ya están en el Cuartel General, han de formar la Asamblea que nombrará el Gobierno que nos debe regir.

También manda a buscar al Brigadier José María Rodríguez, para entregarle el mando del Tercer Cuerpo de Ejército, pues los tres jefes camagüeyanos Rafael Rodríguez, Enrique Mola y Gonzalo Moreno con quienes contaba el General Gómez, no han querido secundar el movimiento revolucionario, defraudando así sus esperanzas!

En este mes se dan en las Villas algunos combates. El Brigadier Serafín Sánchez ataca y toma el fuerte y destacamento español de Taguasco. La guarnición española que se defendió bravamente, hecha prisionera, es perdonada por él y puesta en completa libertad.

En Oriente se baten diariamente; y el bravo General Antonio Maceo y el invicto Bartolomé Masó organizan militarmente toda aquella región, auxiliados por los dignísimos José Maceo, Jesús Rabí, Periquito Pérez, Ángel Guerra, Miró, Cebreco, Capote y un montón más de jefes veteranos y prestigiosos que están dispuestos, como hombres de honor a hacer bueno el juramento que hicieron en Yara y que han ratificado en Baire.

El General Gómez ha dado aquí también los combates del Ciego de Molina y otros, obligando a los españoles a mantenerse a la defensiva.

La aspereza y violencia de su carácter, le enajenan mucho el cariño de sus subalternos, haciéndolo aparecer déspota, por lo que lógicamente, es más temido que amado. No pierde tiempo en la organización del elemento militar.

Al mismo tiempo el Marqués organiza el elemento civil. Prefecturas, casas de postas, talleres de todas clases se establecen por doquier con pasmosa rapidez y disciplina.

Sale en comisión para el extranjero el Coronel Miguel Betancourt Guerra. Este les lleva un aviso a los jefes del 68 que todavía están por allá para que vengan a ocupar sus puestos, y no se queden comiendo el amargo pan del emigrado.

El ejército valioso que forman las emigraciones cubanas, no los necesita para nada a ellos que deben incorporarse a las filas del Ejército que está en activa campaña en los campos de la Guerra.

Al fin Martínez Campos confiesa que existe la Guerra en Cuba y pide a España tropas y dinero para sofocarla.

Así termina este mes de agosto y yo esta Introducción.

Ahora no hago más que copiar mi Diario de la Guerra.


Tomado de Bernabé Boza: Mi diario de la guerra. Desde Baire hasta la intervención americana. La Habana, Imprenta La Propangandista, 1900, pp.7-10.
Nota de El Camagüey: Se ha modernizado la ortografía.

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