Alta soledad,
por la tarde va.
Por la tarde va
arrastrando cola
de algodón dormido,
de pluma y sigilo.
¡Qué callada va!
Alta soledad,
por la tarde va.
Por la tarde va
arrastrando cola
de algodón dormido,
de pluma y sigilo.
¡Qué callada va!
Qué callada va
tejiendo hilo a hilo
la capa de sombras
que caerá en mis hombros.
Que caerá en mis hombros
y me envolverá
en tibio plumón
plomizo de cielo.
En tibio plumón...
(“Duérmete, pedazo
de mi corazón”—)
Me punza, me hiere
con su yelo agudo
la primera estrella...
¡La primera estrella!
Alta soledad,
con su larga cola
de algodón dormido,
callada se viene,
callada se va...
De algodón dormido
(“duérmete, mi niño”)
alta soledad,
(“duerme, duerme, duerme”)
de pluma y sigilo...
(“Duérmete ya...”)
Incluido en Blancolvido. (1932-1935). Tomado de Obra poética. Compilación y prólogo de Enrique Saínz. La Habana, Letras Cubanas, 2007, p.91-92.