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¿Es cristiana la revolución social que se está verificando en Cuba?

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¿Es cristiana la revolución social que se está verificando en Cuba?

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Todos sabemos que especialmente en estos últimos tiempos se ha planteado muchas veces esta pregunta y se le han dado distintas respuestas. Sobre todo cuando se ha hablado de la penetración del comunismo algunos han respondido haciendo notar determinadas medidas de beneficio al humilde que se han puesto en práctica, pero por el tono de las respuestas se ve que —si son dichas de buena fe— falta claridad en las ideas. Vamos a tratar de aclararlas un poco.

En primer lugar, hagámonos algunas preguntas:

¿Es cristiano propender al mejoramiento de los humildes? Sí, es cristiano. ¿Es cristiano eliminar las discriminaciones raciales propiciando una sana igualdad esencial de todos los hombres? Sí, es cristiano.

¿Es cristiano tratar de que las riquezas estén justamente distribuidas y todos los hombres tengan lo necesario para la vida, vivienda decorosa y alimentación suficiente? Sí, es cristiano.

¿Es cristiano hacer que los beneficios de la educación y de la cultura lleguen a todos y que no sea el dinero el que determine quiénes han de pasar a estudios superiores sino la inteligencia y la capacidad? Sí, es cristiano.

¿Es cristiano ocuparse de que también los pobres puedan disfrutar de los dones de la naturaleza, del campo y de la playa que Dios hizo para todos, y proporcionarles medios de sano esparcimiento y distracción? Sí, es cristiano.

Todo esto es cristiano siempre y cuando se funde en un concepto cristiano de la vida y se haga —como puede hacerse— usando medios justos y sin lesionar derechos legítimos de nadie. Si de esto solamente se tratara los católicos no tendríamos ninguna dificultad que oponer, antes al contrario, seríamos los primeros en aportar nuestro mejor esfuerzo, ya que todos estos postulados constituyen grandes y viejos anhelos de la Iglesia Católica.

Entonces, ¿qué le falta a la revolución social que se está verificando en Cuba para ser cristiana, o por lo menos para no chocar con los principios cristianos?

1ro. En primer lugar le falta partir de un concepto espiritualista de la vida y del hombre. Se empezó por borrar el nombre de Dios de la Constitución y sólo se consideran importantes las necesidades materiales y la vida terrena. La religión se tolera como un mal necesario que no se puede suprimir y confinándola a los templos, sin que falten algunas propagandas oficiales o semi-oficiales contra ella, como se hace, por ejemplo, en algunos cursos de adoctrinamiento o en la enorme difusión que se ha dado al escrito que se atribuye a Martí, “Hombre de campo” que, dicho sea de paso, dice todo lo contrario de lo que hizo Martí, que hizo bautizar a su hijo por un sacerdote, fue padrino de hijos de sus amigos y se casó por la Iglesia.

2do. También le falta basarse en el amor y no en el odio y en la lucha de clases. El amor cristiano no está en querer y procurar el bienestar de un grupo o de una clase social sino de todos. Enfrentar a los pobres contra los ricos porque antes los ricos abusaron de los pobres, no es restablecer la justicia sino llevar la injusticia al extremo opuesto. Lo cristiano sería decirles a todos, como les dijo Cristo, que se hicieran el bien mutuamente y se amaran como hermanos. Y este amor cristiano abarca a todos, aun a los enemigos. Los fatídicos gritos de ¡paredón! que desgraciadamente se incita a pronunciar al pueblo, respiran más odio y venganza que deseos de justicia. Terrible cosa es enseñar a un pueblo a odiar y la más anticristiana de cuantas puedan hacerse.

3ro. Falta el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y la libertad de los hijos de Dios, el cual ha dado a cada hombre el derecho de pensar, de escribir, de hablar, de actuar, de tener iniciativas, sin más limitación que el respeto a la ley moral y al derecho ajeno. Cuando el control del Estado traspasa sus justos límites de ayuda y vigilancia para hacerse cada vez más absorbente y llegar a pasos agigantados hacia el control absoluto, llega a convertirse en una camisa de fuerza dentro de la cual el individuo se siente preso e incapaz de moverse por cuenta propia y se convierte en una máquina, en una simple pieza del engranaje estatal. Se le somete a una terrible y constante presión psicológica para imponerle una manera única de pensar y de actuar, sin que sea dable discrepar, por el control absoluto de los medios de expresión y por las sanciones, empleadas contra el que tenga la audacia de hacerlo así.

4to. Falta el respeto al derecho natural de propiedad, indispensable para el ejercicio de la libertad individual. Bien está que se determinen las limitaciones de este derecho, que se obligue a la propiedad a cumplir su función social, que se vigile y se impidan los abusos, pero no se puede en una sociología cristiana desvirtuar ni anular este derecho tendiendo hacia un Estado único propietario, sino a aumentar el número de verdaderos propietarios.

5to. Falta respeto a la fama y al buen nombre del prójimo. Cuando se discute no hay que destruir al adversario sino destruir sus argumentos. La persona del adversario debe ser inviolable, aun para el ataque verbal. El sistema de desprestigiar al enemigo, poner por los suelos públicamente su reputación y, con verdad o sin ella, hacer caer sobre él toda clase de insultos y de infamias, es típicamente comunista y está en abierta oposición con las enseñanzas del Evangelio. La prodigalidad con que se llama a todos los que disienten de la opinión oficial esbirros, criminales de guerra, fariseos y otras lindezas por el estilo, no se compagina muy bien con las palabras de Cristo en el capítulo 5to. del Evangelio de San Mateo: “Quienquiera que insulta a su hermano será reo de juicio, y el que le llamare estúpido merecerá que le condene la asamblea, mas quien le llamare fatuo o impío será reo del fuego del infierno”.

6to. Por otra parte, existe un ataque que ya es sistemático, contra los Estados Unidos y las naciones occidentales, y una amistad demasiado íntima para ser casual con Rusia y los países socialistas. Pueden existir relaciones comerciales o diplomáticas con todos los países, pero la amistad íntima manifestada en continuos viajes y en la compenetración y colaboración más estrechas, sólo existe entre los que piensan de la misma manera y sienten los mismos ideales. Hace días decía un comentarista radial que debemos estar junto al Congo frente al imperialismo belga y junto a Argelia frente al imperialismo francés, pero parece que [deberíamos] estar también junto a Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Yugoeslavia, Rumanía, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, frente al imperialismo ruso.

Puede ser que se me haya quedado alguna cosa en el tintero, pero creo que bastan las señaladas, que son claramente marxistas, para darse cuenta de que es tonto que nos sigan hablando del fantasma del comunismo, pues ante la actividad asombrosa que desarrolla habría que empezar a creer en fantasmas. Y bastan también para comprender lo inconcebible que es que haya algunos católicos que sigan sosteniendo que ésta es la más cristiana de las revoluciones.

Los católicos no estamos en contra de la revolución, a la que ayudamos, enormemente, y queremos las grandes transformaciones sociales que Cuba necesita, pero no podemos querer ni apoyar el comunismo materialista y totalitario que sería la negación más rotunda de los ideales por los que luchó y por los que murieron tantos cubanos.

Hace días leía yo un artículo en el periódico Revolución en el que criticaba el autor la doctrina social cristiana diciendo que tiene muy bellas teorías pero que su defecto es que no se practica. Esto no depende de la Iglesia. A la Iglesia le corresponde enseñar y lo ha hecho, y lo sigue haciendo a pesar de que cada día le dejan menos medios para hacerlo. Pero la Iglesia no tiene el poder para realizarlas. Esto lo puede hacer el gobierno. Hágalo así e inmediatamente tendrá el apoyo más abierto de todos los católicos, y todas las medidas en favor de los humildes encontrarán su más plena y justa realización.

30 de octubre de 1960

Miembros del Ejército Rebelde a caballo. Esta foto de José Corrales es conocida como La caballería y fue tomada en 1959.


Publicado en
La Quincena. Tomado de La voz de la Iglesia en Cuba (100 documentos episcopales). Disponible en https://www.palabranueva.net/documentos-del-siglo-xx/

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