Otros idearon cosas muy ingeniosas como nuestro poeta Nicolás Guillén, que imprimió en una edición especial unos versos suyos, con su firma autografiada y todo; 100 nada más, porque quiere hacer un aporte de 3 mil pesos al Festival. Hizo 100, buscó 100 amigos y les vendió sus versos. Indiscutiblemente que es una buena inversión la que se hace en esos versos de Guillén, porque mientras más pasa el tiempo más vale. Y después una firma de Guillén, dentro de 20 años no se sabe lo que vale. Hoy vale mucho, pero mientras más tiempo pase, más todavía.
Con sendos ejemplares de este hermoso libro bajo el brazo, nos dirigimos a la oficina de Nicolás Guillén en la UNEAC con el propósito de hacerle algunas preguntas en torno a este importante suceso cultural:
—¿100 ó 144?
—La tirada es realmente de 100 ejemplares, los 44 restantes fueron destinados a bibliotecas y otros lugares semejantes en el extranjero.
—Por el Mar de las Antillas anda un barco de papel: ese título está extraído de un poema de El son entero (en realidad de los dos primeros octosílabos de ese poema), Un son para niños antillanos. Podría decirse que usted anunció este libro hace ya 30 años; pero, ¿cuándo empezó a escribirlo realmente? ¿Cuándo lo terminó?
—Yo siempre he escrito poesía para niños, y muchas veces sin saberlo. Lo que sí no recordaba bien, hasta ahora que ustedes me lo comunican, es que yo hubiera anunciado el libro Por el Mar de las Antillas anda un barco de papel. Fíjense que no se lo discuto: seguramente tienen el recorte de prensa en que eso saliera, aunque creo que por aquella época ustedes no habían nacido. En cuanto a la fecha en que comencé a escribir Por el Mar de las Antillas… no podría precisarla. Pero el trabajo me llevó poco más de un año, el 76.
—Como usted sabe, se han escrito unas cuantas toneladas de tratados acerca del arte y la técnica de escribir a, ante, para, sobre, por, desde, según, entre, hacia… los niños. Sin embargo, muy pocos lo han logrado. Usted es uno de esos pocos. ¿Cómo lo logró?
—No hay que olvidar que así como existe la concepción de un hombre nuevo, libre de las ataduras morales y materiales que afligen al hombre viejo, hay también el niño nuevo, en el cual no he visto que la gente piense mucho. Un ejemplo concreto: un niño de 1902, año en que yo nací, o de 1908, cuando yo tenía 6, no podría ser comparado con el niño de hoy. Para concretarnos, específicamente, el niño de hoy recibe la influencia de una cultura superdesarrollada, en aquellos países, claro, que económicamente pueden brindársela. Conocen los instrumentos más eficaces para la guerra y la paz, aunque sea en forma esquemática y están al tanto de muchas cosas que hace más de medio siglo no existían, para el bien o para el mal: radio, televisión, viajes a la Luna, etcétera. Todo lo que Salgari o Julio Verne prometían entonces a la infancia, y hoy son cosas superadas, ya sin interés. Por eso yo le puse a estos poemas que eran para niños mayores de edad. En cuanto al público infantil que los lee, puede decirse que mi biznieto de cinco años se sabe varios de mis poemas, los cuales recita con la entonación conveniente. Es Orlanditín, a quien va dedicado, por cierto, Por el Mar de las Antillas anda un barco de papel.
—Desde el balcón de su casa, como usted también sabe, se ve el Mar de las Antillas. En realidad, desde cualquier sitio costero de la Isla se ve ese mar. ¿Ese mar inspiró este libro, o quería usted mostrarles a los niños el hermoso mar que ya nos había regalado a los mayores desde West Indies Ltd.?
—No, no. Mis primeros poemas infantiles, como colección orgánica, son los de Sapito y Sapón, una pequeña historieta de esos muchachitos creados por mí y que nada tienen que ver con el mar. Después, como viera que a los niños les gustaba esa pareja, decidí escribir más poemas; así escribí el libro, más bien como simple pasatiempo. Por lo demás, como ya dije al comienzo, toda mi poesía está llena de poemas infantiles. Tengo la ventaja de que me he ejercitado bastante en los problemas del ritmo (y yo creo que una poesía para niños tiene que ser muy rítmica) y eso me ha permitido llegar pronto a su íntima naturaleza, digo, eso creo yo… Para no dejar en el aire su pregunta sobre el mar, diré que he probado de manera que no deja lugar a dudas que me gusta mucho el mar, y hasta soy su fanático, pero un fanático que no sabe nadar, que no sabe dirigir un simple bote y para quien el mar representa siempre un enemigo potencial, por tranquilo que parezca.
—Si usted fuera niño ahora (es decir, si fuera usted aquel niño que allá por el año 10 jugaba a la pelota en la Plaza del Carmen en sus escapadas escolares —sus rabonas, como diría Alberti—), ¿le gustaría leer ese libro que se llama Por el Mar de las Antillas anda un barco de papel?
—A esa edad que ustedes dicen probablemente yo no leía un libro como el mío, sobre todo porque la literatura en que ese libro estaría situado no existía en Cuba, prácticamente. Había los cuentos de Callejas, pero eran otra cosa. Ateniéndonos a la verdad, les diré que lo que entonces leían los muchachos eran las Aventuras de Búfalo Bill y las Aventuras de Nick Carter y sus ayudantes Chick y Patay. También Watson, ayudante de Sherlock Holmes… Eran las cosas del subdesarrollo.
—Preguntarle si hizo barcos de papel en su infancia sería tan tonto como preguntarle si fue niño… aunque ¿los hizo? ¿No le daban a usted —no le dan a usted— una inexplicable sensación de soledad esos pequeños barquitos, tan frágiles en el enorme Mar de las Antillas; esos barquitos en los que (por obvios problemas de tamaño y peso) no viaja quien los construye? ¿O no hay tal soledad y esos barquitos son el lazo que hermana a nuestras islas?
Nicolás Guillén con Orlanditín.
—Hace un momento, cuando me refería a mis juegos infantiles, olvidé decirles que tampoco sé hacer un barco de papel; quien me los hace es mi biznieto Orlanditín. Siguiendo el mismo tema, propuesto por ustedes, yo no siento ningún miedo cuando viajo por mar, aun en barquitos como los que ustedes dicen. Yo recuerdo que en 1937, cuando fui a Europa por primera vez, hice el viaje en un barco tremendo, que se llamaba Empress of Britain (hundido, por cierto, durante la guerra), pero hice el viaje de regreso en un barquito de papel, que salió de Burdeos para La Habana, con escalas interminables en la ruta, pero no sentí el más leve temor, incluso me sentía más cómodo que en el Empress…, cuya tercera clase era sumamente inhóspita. Por cierto, y dicho sea de paso, en ese viaje vinieron el poeta español León Felipe y nuestro compatriota tan querido, Luis Díaz Soto, ya fallecido, igual que León.
—Y ahora una pregunta breve (¡al fin, dirá usted!): ¿qué cree que piensen los niños sobre el libro?
—Todavía no he sabido que los niños piensen nada sobre este libro. Cuando sepa algo se los comunicaré…
—Sabemos que se prepara una edición muy hermosa del libro, con dibujos de Rapi Diego. Perdón: debimos decir: sabemos que se prepara otra hermosa edición del libro, porque ésta de 144 ejemplares, lo es. ¿Qué puede decirnos de la segunda edición?
—Ahora mismo estaba pensando en eso que ustedes me preguntan, es decir, en la edición de este libro con los maravillosos dibujos de Rapi Diego; será una edición masiva, pero habrá que esperar lo menos un año.
Quiero decirles, antes de terminar, que me causó una impresión muy agradable lo que dijo Fidel acerca del libro, la penetración con que lo juzgó, como medio para allegar unos pesos con destino al Festival. Estoy de acuerdo con él en que el objeto que debe ser escogido para presentárselo al público en venta tiene que tener algún valor importante. En tal caso está el libro este, con las características señaladas por Fidel, a saber, una tirada corta de 144 ejemplares en papel de estraza, con una confección muy simpática, pues tiene un carácter totalmente artesanal, como si hubiera sido hecho en una modesta imprenta de provincia, sin grandes recursos. Por último, el precio, que más bajo no puede ser, de 30 pesos cada ejemplar…
Portada de la segunda edición del poemario, con ilustraciones de Rapi Diego.
Artículo de Luis Rogelio Nogueras en colaboración con Nelson Herrera Ysla. Publicado en Bohemia, (La Habana, año 69, número 42, 21 de octubre de 1977, pp. 24-25) y en el libro De nube en nube, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Tomado de https://mequedariaconlapoesia.wordpress.com/2012/03/14/nicolas-guillen-por-el-mar-de-las-antillas/