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Fernando Bastián: el médico de los pobres

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Fernando Bastián: el médico de los pobres

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Según lo referido en la Inscripción de Nacimiento, Fernando Ramón Bastián Milán nació el 31 de agosto de 1911 en Camagüey, en la calle Enrique Villuendas número veintidós y cuarto, antiguamente denominada Nuestra Señora del Rosario[1]. También residió en Rosa La Bayamesa número 19, un inmueble propiedad de su madre; luego se trasladó a la casa de la Calle Cristo número 10 donde radicó hasta el fin de su vida; además era dueño de otra propiedad, ubicada en la calle Pobre número 373, entre Triana y Corona, cedida por él a Ana Oderta Nápoles, una gran amiga de la familia.

Sus padres fueron Caridad Milán García, ama de casa, y Fernando Bastián Betancourt, de oficio sastre, quien, con mucho esfuerzo, se profesionalizó como abogado. Tuvo un solo hermano, Luis Bastián Milán, quien murió en un accidente, tragedia que marcó su vida, pues mientras su abuela los llevaba a ambos a ver un paseo en la tradicional fiesta carnavalesca del San Juan Camagüeyano, un camión, tras subir a la acera, impactó a la abuela y al hermanito, los cuales murieron en el instante; ese acontecimiento influyó en su vocación de médico, pues se dijo a sí mismo que siempre ayudaría a salvar a sus semejantes.

A pesar de este incidente, tuvo una infancia muy feliz. Su posición social, ventajosa con relación a los blancos pobres y a los negros económicamente inferiores, le permitió el privilegio de cursar estudios primarios elementales en una de las academias más prestigiosas de Camagüey, a cargo de un hombre, negro también, llamado Tomás Vélez Vázquez, clara señal de que, si bien no se incluían a todos los negros, sino a determinadas familias y personas específicas, ya había ligeros avances en materia de inclusión social y derechos humanos. El que un negro fuera egresado de colegios religiosos o escuelas privadas laicas de prestigio le concedía a un pase especial en la sociedad, en correspondencia con su nivel de aspiraciones, las cuales respondían a los presupuestos ideológicos en los que habían sido formados, y les proporcionaba, además, cierta conformidad con su realidad de aparente privilegio.

Fernando Bastián Betancourt, el padre, quien desapareció durante el ras de mar del ciclón del 32 en Santa Cruz del Sur.

En el caso de las personas no blancas camagüeyanas, el acceso y permanencia en espacios educativos e instructivos escolarizados, caracterizados por altos estándares académicos, elevación del nivel cultural y transmisión de comportamientos aceptados por quienes trazaban las pautas de conducta, quedaron reservados fundamentalmente para las mujeres, que sí contaban desde los primeros años hasta niveles superiores con el acompañamiento de las religiosas católicas Hermanas Oblatas de la Providencia, quienes se ocuparon de la fundación de un colegio, regentado por monjas negras, cuyo objetivo era culturizar a las negras, en aras de la movilidad ascendente de su grupo social.

No se veía con agrado que en las escuelas de blancos los negros compartieran el mismo espacio y recursos. Y aunque se concedió, casi de forma simbólica, un lugar para instruir a mujeres negras, en este otorgamiento existieron segundas intenciones: se obtenían beneficios durante el proceso de socialización, se formaba a potenciales reproductoras-transmisoras de estereotipos en la familia, de esquemas de obediencia y docilidad. No ocurrió lo mismo con los negros del sexo masculino.

Para los varones negros los espacios escolares instructivos legitimadores, dentro de la educación católica y otras instituciones privadas —las que instruían con mayor calidad—, quedaban vetados, en Camagüey y en Cuba, reduciendo de esta forma a la mínima expresión las posibilidades de que éstos evadieran el control social, pudiesen emanciparse, lucharan contra la hegemonía, fuesen agentes de producción más que de reproducción y finalmente pudiesen alcanzar movilidad social ascendente; súmese a lo anterior que ese distanciamiento de los hombres no blancos de la escuela fue una vía más para mantener, sin modificaciones, la estructura socioclasista, el poder y la dominación del mundo blanco, amenazado si los hombres negros lograban empoderarse y ganar los espacios sociales negados durante siglos.

Los hombres negros a lo más que podían aspirar era a asistir a la escuela pública —y sólo hasta la primaria elemental—, a una escuela pública con hacinamiento, ausentismo, deficiente preparación del profesorado, sexismo y, en algunas de ellas, precarias condiciones en sus infraestructuras. Al concluir estos niveles elementales algunos se conformaban o resignaban con porque habían aprendido, aprehendido e interiorizado su posición de inferiores dentro de la escala social: la profesionalización no constituía una aspiración. Para quienes sí lo pretendían, comenzaba un camino espinoso donde el negro, para ser reconocido, tenía que esforzarse.

Los negros mantenían su estatismo y salvo alguna excepción, como el caso de Bastián Milán, pocos escapaban de los estándares de reproducción social. Una de las formas de resistencia fue precisamente que negros reconocidos socialmente avalaran a otros con potencialidades y capacidades probadas, como lo hizo el prestigioso profesor Vélez con Bastián: Vélez envió un aval al Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, donde existían un grupo de mecanismos de violencia simbólica preconfigurados que impedían que los blancos pobres o los negros pudiesen cumplir con las exigencias para el ingreso; indudablemente este documento sirvió para que su exalumno fuese admitido. Como existían leyes contra la discriminación racial la negación para que los negros entraran al plantel no era explícita, sino que operaba desde el currículo oculto.

Bastián Milán inició sus estudios en esa institución el 25 de septiembre de 1924, a los trece años de edad, cuando fue admitido oficialmente al haber obtenido la calificación de aprovechado. Entre los tres miembros del tribunal designado para los exámenes de ingreso aparecen los nombres de los catedráticos doctores que fungieron como Presidente, Lorenzo Verdecia; Vocal, Emilio Biosca, además de otro Doctor que fue el Secretario, que en vez de su nombre y apellidos plasmó su firma.

La trayectoria de estudiante de Bastián Milán fue algo exitosa, aunque no exenta de dificultades: en un contexto de inequidades tenía conciencia plena que, por su condición de negro, tenía que redoblar esfuerzos. Cuando se revisa la antigua documentación del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, referida a los años en que cursó Bastián Milán (1924-1928), resulta fácil inferir que fue un buen estudiante.

En el año 1925 matriculó Aritmética, Álgebra, Geometría Trigonométrica, Geografía Universal, Historia Universal, Francés I y Francés II. Aunque aprobó todas las asignaturas y en ambos cursos de Francés obtuvo las máximas calificaciones, presentó dificultades con Álgebra.

Si se analiza el último curso por el que transitó en el Instituto de Segunda Enseñanza (1927-1928) se puede afirmar que fue un alumno aventajado en las ciencias: el plan oficial de estudio del plantel comprendía para el último año Calistenia, un segundo curso de Física, Química, Historia Natural, Enseñanza Cívica y Agrimensura; obtuvo calificaciones de sobresaliente en Física, Química, Enseñanza Cívica y Calistenia; aprobó la Historia Natural y mostró dificultades Agrimensura.

Formación profesional de Fernando Ramón Bastián Milán

Una vez concluido el Instituto de Segunda enseñanza, el 13 de agosto de 1928 recibió el título de Bachiller en Artes y Letras y matriculó la carrera de medicina en la Universidad de La Habana, se le presentó, sin embargo, un gran inconveniente: debido a los conflictos políticos muchos de los centros auspiciados por instancias del gobierno fueron frecuentemente cerrados, la Universidad de La Habana, por ejemplo, se cerró tras concluir el primer semestre de clases en 1930.

Debido a estas condicionantes los alumnos con posibilidades económicas podían estudiar en el extranjero en países como Estados Unidos, España y Francia. El padre de Bastián Milán decidió enviarlo a Francia, pues en los demás había más exclusión por motivos raciales. Tiempo después de haber llegado a Francia su padre desapareció en el ras de mar provocado por el ciclón del 32 en Santa Cruz del Sur. Es fácil imaginar lo difícil que se le hizo su permanencia en el extranjero: su madre lavaba y planchaba para solventar sus estudios, tarea en la que también contribuyeron varios amigos.

En París, junto a compañeros de estudios

En Francia estudiaron con Bastián otros camagüeyanos negros, que por su quehacer profesional gozaron de gran prestigio en la región, entre ellos Manuel Beyra Alemañy, Renato Caballero y Marcos Meruelo Torriente, quien fue muy buen amigo suyo. Beyra Alemañy era pediatra; Caballero, cardiólogo, y Meruelo, dermatólogo.

Con 27 años, el 4 de abril de 1938, se graduó de Doctor en Medicina, en la Sorbona. Decidió regresar a Cuba en ese mismo año, unido sentimentalmente con una enfermera francesa que conoció cuando realizaba sus prácticas médicas en el hospital de París, ella no se adaptó a vivir en Cuba y regresó a su país. De forma oficial, en el año 1959, se casó con Noema Manso González y tuvo dos hijos: Luis Herminio Bastián Manso y Fernando Romualdo Bastián Manso; además tuvo un tercer hijo, fuera del matrimonio, al que le pusieron por nombre Fernando Bastián de la Torre, el cual murió muy joven, en el propio Camagüey, de una broncoaspiración.

Para poder ejercer como médico en Cuba, el doctor Bastián tuvo que revalidar el título en la Universidad de la Habana, autorizado y suscrito conjuntamente con el Decano de la Facultad de Medicina de La Habana el 9 de enero de mil novecientos treinta y nueve. A partir del 25 de mayo 1939 comenzó su época laboral en Cuba, específicamente en Camagüey[2]. Desde 1939, recién graduado, apareció registrado como parte del Directorio Médico de la Provincia. A las claras se puede entender que, amén de su probada capacidad intelectual, también el acceso al empleo se le facilitaba más porque era un hombre de magníficas relaciones sociales. Perteneció a la burguesía negra camagüeyana, formó parte de las asociaciones de instrucción y recreo para negros y mulatos, fue amigo de personalidades del ámbito sociocultural y político, díganse Olga Guillot, Candita Batista, Filo Torres, el boxeador Kid Gavilán y Josefh Adam, quien fuera Cónsul General de Haití en Camagüey y Santa Clara. Dominaba a la perfección el Inglés y el Francés, tanto así que fue llamado como catedrático para impartir clases de Francés en la Escuela Normal para Maestros. Estudió violín desde los siete años y llegó a tocarlo con gran habilidad, al igual que la guitarra, además de que cantaba muy bien.

El contacto con la cultura francesa dejó una huella indeleble en la formación profesional de Bastián Milán. En los pocos boletines médicos que se atesoran en la sala de Fondos Raros y Valiosos en la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella de Camagüey, se encontraron dos artículos publicados, escritos por el Doctor Bastián Milán titulados: Intoxicación por el sublimado[3] y Ácido Mandélico y Sulfanilamida[4], donde el científico parte de realizar consideraciones de orden práctico sobre el tratamiento de la Nefritis Aguda de la Escuela Francesa y Nefrosis de la Escuela Alemana por la Ingestión del Sublimado.

La tarja que anunciaba sus consultas.

La familia conserva algunos textos que fueron propiedad de Bastián Milán por los que estudió en la Facultad francesa de Medicina, escritos también en Francés y por científicos de esa misma nacionalidad, libros que siempre consultaba como: Thérapeutique usuelle des maladies de appareil respiratoire, escrito por Alfred Martinet, Ancien Interne des Hópitaux de París; Quelques verités premiérés (ou soi-disant telles) en Chirurgie Abdominale, de H. Mondor, professeur agrégué de pathologie chirurgicale á la Faculté de Medécine de París Chirurgien de lʼHópital Bichat.

Vestía de traje y corbata, incluso para consultar; saludaba en francés, escuchaba música y leía libros en esa lengua y era el profesor principal de Gramática Francesa en el Instituto de Segunda Enseñanza. Sus pupilas lo califican como muy afrancesado, apuesto y de exquisito gusto.

Labor profesional en Camagüey

Las consultas privadas en Camagüey de Bastián Milán tuvieron varias sedes: su primer consultorio fue en Independencia No. 66, después en San Fernando 290 y por último Cristo 10, esta última se mantuvo hasta los últimos días de su vida. Dentro de su desempeño profesional existe un reconocimiento a su entrega y fidelidad por las personas pobres y discriminadas. Uno de sus nietos expresó que siempre recordaba una frase que decía su abuelo: “la gente blanca y rica me marginó mucho, y juré nunca cobrarles a los pobres”; como en aquel tiempo había tanto racismo, él trataba siempre de favorecer a los pobres y a los negros: los llamaban a él y al doctor Carbonell, “los médicos de los pobres”.

Siempre de traje, y siempre sonriente...

A los pacientes que no tenían recursos, Bastián Milán los atendía gratuitamente y hasta les facilitaba los medicamentos, los campesinos humildes que venían a tratarse desde los municipios y que no tenían con qué pagar le llevaban a la consulta gallinas envueltas en periódico o papel cartucho, traían esto como regalo y agradecimiento, también plátano, maíz, frijoles, queso, arroz... Muchas veces lo paraban en la calle; atendía a todo el mundo, hablaba, saludaba, él decía que le daba a cada persona el valor que merecía porque todos tenían un grado de importancia. Fue el médico de casi todas las personas que vivían en la Calle Cristo.

Bastián Milán fue un médico que hacía de todo, lo mismo un parto que una cirugía, pues en aquel tiempo no había especialidades, realizó más de doscientos partos, incluso uno de ellos en un autobús. Laboró como médico interno y laboratorista del Hospital General, trabajó con el doctor Hugo Pedroso cuando el hospital estaba ubicado donde está hoy el hogar de ancianos, también se especializó en vías urinarias y ejerció como médico deportivo.

Las personas que acudían a su consulta salían siempre satisfechas; como parte de su práctica médica, orientaba el uso de fórmulas para que se confeccionaran en los dispensarios farmacéuticos, llenaba las recetas con gran facilidad, pues tenía un vasto conocimiento de farmacología, se decía que, respecto a las fórmulas magistrales, los doctores Meruelo y Bastián conocían al menos catorce fórmulas de memoria. Hacía jarabes lo mismo para un dolor de cabeza que de estómago, pues siempre tenía la solución para cualquier dolencia.

Al ser un gran conocedor de los fitofármacos y psicofármacos, recetaba muchos compuestos empleando sustancias como hiposulfito de sodio, cafeína, solución de éter, eucalipto, benjuí, tolú, yoduro de potasio, con su respectiva dosificación y combinaciones. Bastián y Meruelo fueron médicos que se pueden considerar los precursores del uso de fórmulas médicas en Camagüey.

Junto a su esposa, su mamá y su hijo Luis.

Después del triunfo de la Revolución fue de los pocos doctores que permaneció en el país, pues comprendió que el proceso revolucionario favorecería a los pobres y discriminados, estuvo vinculado a las acciones políticas de su tiempo; formó parte de las Unidades Regulares de Milicias de la Defensa Popular; participó en movilizaciones y marchas revolucionarias; en la Campaña de Alfabetización y se integró como médico del tren de los jóvenes que se iban a capacitar en Varadero para luego ir a la alfabetización. En el año 1962 participó, también como médico, de la movilización de la Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles.

Trabajó ininterrumpidamente en la Policlínica Centro hasta 1992, ya sus 83 años. Su paso por esta institución fue memorable, se desempeñó como médico junto al doctor Casalís en el Sector número 1 cuando se asumió la estructura de Sectores; y los pacientes, aunque por disciplina asistían al sector que le correspondía, aguardaban para escuchar el visto bueno del sabio Bastián. Era un médico muy certero en sus diagnósticos, y las familias quedaban tranquilas luego de escuchar su criterio. Murió con 88 años, el 4 de noviembre de 1999 a causa de un accidente cerebro vascular.

Fue una enorme pérdida para la familia, y también para Camagüey y para Cuba: no hay persona a quien se le pregunte por él y no lo recuerde como el gran médico de los pobres que fue; aquel ser humano de gran estatura física y simbólica que supo imponerse a prejuicios, inequidades y discriminaciones múltiples para ubicarse en el mismo nivel que los blancos más connotados de su tiempo. Desarmó el mito de inferioridad demostrando que no existen razas, sólo hombres.

El Dr. Bastián Milán, su esposa Noema Manso, y sus hijos Luis Herminio y Fernando Romualdo.

Una primera versión de este texto apareció en Raíces. Revista Nicaragüense de Antropología. Año 5, No.9 /2021/ Enero-junio, pp.160-170.
El Camagüey agradece al Dr. Luis Bastián Manso y familia las fotos que ilustran este texto, y al Dr. Henry Mazorra, su digitalización.

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