Loading...

Es Pan que se incorpora? No; es un hombre que piensa.
 Chocano: “Alma-América”.
Bien hiciste: que fueron santos, guerreros, vates...
Pichardo: “Canto a Villa Clara”
…en la vaga penumbra de los sueños
C. P. Uhrbach: “Oro”
No ves como al alero de tu casa
triste y abandonado
retornan otra vez las golondrinas?

Carbonell: “Así en la vida pasa...!


UNION IBEROAMERICANA
DEL NUEVO CONTINENTE
CANGALLO 833

Buenos Aires, Junio 20 de 1907

Señor Manuel Márquez Sterling, Encargado de Negocios de la República de Cuba.
Presente.

La Unión Ibero Americana del Nuevo Continente, tiene la honra de saludar a V. E. a su llegada a este ambiente de confraternidad de la República Argentina.

Nacida esta Institución al calor de nobles sentimientos, inspirados en los más elevados ideales y persiguiendo la útil unión de los intereses morales y materiales de pueblos de la misma habla y de igual origen, se apresura a llevarlo al conocimiento de quien, como V. E., con tan relevantes méritos fue designado por el Gobierno de su país para ocupar tan alto cargo.

La Unión Ibero-Americana del Nuevo Continente que tiene la honra de contar como Presidentes Honorarios al Excmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina y a los Representantes diplomáticos de los países iberoamericanos, abriga la esperanza de que, si V. E. se digna enterarse de los Estatutos que adjuntos le acompañamos, y que forman el móvil de los actos y el alma de la constitución de este cuerpo internacional, acogerá con simpatía su desinteresada pero útil, necesaria y beneficiosa acción en pro de tan caros ideales.

Nuestra Institución, que en su primer Asamblea se ha honrado a sí misma designando al Representante diplomático de Cuba para Presidente Honorario de ella, abriga la esperanza de que V. E. ocupará dicho puesto, en la más completa seguridad de que seguirá apoyándonos con su influencia eficaz, decisiva y poderosa, para la realización de la unión más íntima y más cordial de todas las naciones de nuestro mismo origen.

Al repetirle nuestro más respetuoso saludo, hacemos los más ardientes votos porque la venida de V. E. se convierta en un vínculo más de unión entre vuestra digna patria y esta generosa nación que tan rápidamente va por el camino del progreso.

Dígnese V. E. aceptar nuestra más alta consideración y respeto.

Francisco Cobos, Presidente
Emilio Alonso Criado, Secretario,
Unión Ibero-Americana del Nuevo Continente.


Sesión celebrada el 25 de septiembre de 1907

Doctor Francisco Cobos—... La conferencia de esta noche que tiene, pues, tan inmortal campo de acción, interés tan grande en la historia de la humanidad[1], es honrada ocupando el sitio de honor, de esta tribuna, el señor Representante de Cuba.

Liga, así, nuestro Centro Internacional su bienhechora obra de unión con la Perla de las Antillas, con la llave providencial del Golfo de México, con el centinela avanzado de nuestra raza, de nuestra sangre y de nuestra lengua en los mares de América, que ha producido ya, para cantar la maravilla más grande de este Continente, la catarata del Niágara, el poeta para inmortalizarla, Heredia: para dotar a nuestra lengua con nuevas y sublimes bellezas clásicas el estro peregrino de Gertrudis Gómez de Avellaneda, la primera poetisa de nuestro tiempo; y hasta invadiendo, con nuevos modos de decir, una lengua hermana, la lengua de Corneille y Víctor Hugo, demostrando con el ejemplo que para nuestro genio literario no hay Pirineos, ha producido un nuevo Heredia, maestro en la belleza del crisol intelectual, que engarzó, como artífice, en la difundida habla del imperio Cariovingio, las joyas chispeantes del ingenio castellano.

Tal es, señores, este reguero de luz, que tiene nombres tan preclaros para nuestra raza, en el que oiréis la elocuencia convincente de nuestro Presidente de Honor.

Tiene la palabra el señor representante de Cuba.


Señor Márquez Sterling
— Señores: no me toméis cuentas si mi palabra, trémula y difícil, os produce singular fastidio y si, a vuestro entender, usurpo este sitio tantas veces por el ingenio iluminado (sic); tiene la gratitud un código no escrito del que jamás apelan los corazones honrados: culpad de vuestra malaventura a quien, por indulgente, lo descarga sobre mi espíritu con el fallo que os hace víctimas; y no olvidéis que aun siendo el silencio el natural discurso de mi torpeza intelectual no podría con su elocuencia muda, suprema en ocasiones, dar en este acto el testimonio de los sentimientos que inundan mi fe y agitan todo mi ser. Un solo título me ha servido para este honor que grabado quedará en mis recuerdos: ese título es la representación que ostento; pero al evocar la patria para incorporarla a vuestra orientación filosófica y a la tendencia imponente que os guía, no hablo en nombre de la patria oficial que gira dentro de un círculo político sino de otra cuyo concepto es más elevado y permanente y que acá, en el extremo opuesto del mundo latinoamericano, encuentra en vuestras ideas el asiento legítimo de sus destinos. Esta otra representación, más gloriosa, la asumo con entusiasmo sincero y no expongo al reconocimiento del fraternal concurso que me escucha otra credencial que mi alma cubana, tan parecida a la vuestra.

Un ideal común, señalado por el peligro futuro y por la dura realidad presente, indica allá, en lo porvenir, rumbos no definidos; es ello la prueba legítima de que somos una civilización en marcha con designios aun no explorados; pero no se trata del ideal a que ciertos poetas se aterran temerosos de naufragar en la desesperada infecundidad del pensamiento; no es el ideal que forjan, antojadizo y vano, pródromo de muerte, aquellos luchadores jadeantes que se sustentan en el mar revuelto de nuestros errores y pasiones; aludo a algo muy superior que de seguro os anima y fortifica y siembra de esperanzas vuestro horizonte americano; aludo a esa fuerza sutil que nos liga sin quererlo, que combina nuestras energías psicológicas, que en un sentido es mejoramiento y progreso social, en otro impulso científico. en el más amplio, en el que está más al alcance de las mayorías, iniciativa artística que no ha encontrado su cauce ni su dirección; y es que aquí y allá, desde el Río Grande del Norte al Estrecho de Magallanes, como piensa un discreto historiador norteamericano[2]la obra de España se completa y no se rompe; abandonamos nuestros pergaminos de la conquista de Granada, sacudimos de nuestro medio político la empolvada tradición, el título nobiliario de aquella raza de hombres formidables hechos al peligro, hijos de la gloria y de la ruina; pero no nos fuimos de nuestro mundo, antes bien lo ensanchamos; no destruimos una forma de progreso humano innovando otra, la pusimos en actividad, fortalecimos con más vigor que nunca ese eslabón secreto del espíritu que nos enlaza a los ocho siglos de pelea que mantuvieron nuestros antepasados con los árabes. En los días más luctuosos, cuando los cantos llenos de ternura que vienen de la montaña ahogaban su reminiscencia arabesca y adquirían desconocidos acentos de guerra; cuando esos dolores que os cuentan las historias palpitaban sobre los cuerpos desgarrados, la agonía era como un símbolo de resurrección y el sol, embriagando la suave naturaleza, hacía a las veces de profeta y centinela. En el seno de aquel incendio se tramitaba nuestro futuro, y el futuro de nuestra raza toda, y no éramos los agentes de una tragedia inmortal sino síntomas de un proceso biológico en pleno desarrollo; obedecíamos alentando la plácida ilusión de que creábamos, hacíamos honor a nuestro adversario combatiendo y no tardamos en comprender que fundando completaríamos su obra. No vivimos, señores, en una época de improvisaciones fosforescentes: el análisis ha llegado a ser un carácter de nuestra edad: y hanse extinguido, a la vista del observador contemporáneo, las causas externas que en un tiempo fueron base de investigación. Las grandes crisis de los pueblos se estudian ahora como las que se producen en los individuos; la sociedad es hoy un paciente sujeto al diagnóstico de la ciencia y la ciencia contemporánea ha reivindicado nuestra raza ante la historia.

En las hecatombes de Pizarro y Cortés están las raíces más ocultas de la América libre; procedemos de aquella estirpe de grandes capitanes, analfabetos muchos de ellos, que nos legaron su intolerancia, pero que también nos legaron el temple de su alma y el prodigio de sus hazañas, asombro del siglo XV y del siglo XVI, superiores por cierto a cuanto invente la fantasía; entre los escombros de la conquista surgió la América del porvenir ungida al genio de sus progenitores; los heroicos analfabetos que asaron indígenas pero que también hicieron de tribus salvajes súbditos de la corona, transmitieron a la tierra descubierta la elocuencia de su raza y cuando al cabo de tantas transformaciones y de tantas luchas y de tantos esfuerzos hacemos nuestro examen: el espíritu necesita serenarse para no confundir con los vínculos futuros una renovación del pasado. Y es que hemos creído en las distancias sin poder intentar la separación efectiva. Nuestra literatura, al traducir el alma americana, os ofrece dilatado campo de estudio en ese aspecto de nuestro desenvolvimiento moral : buscad el éxtasis y hallaréis en nuestra inspiración las huellas de Santa Teresa; explorad el apostolado de cualquier doctrina imperecedera para la historia y tropezaréis con los vestigios de Fray Luis; analizad nuestra tendencia dramática y nos encontraréis detenidos en los romances de Rojas; provocad las ironías de nuestro ingenio y contemplaréis las últimas risas de Quijote impresas en el semblante intelectual de los más ilustres prosadores. De la América fanatizada sale Juan Montalvo: el espíritu de Cervantes lo domina; lo seduce y enamora la gracia insuperable que inmortalizó a Sancho; jura que no ha existido sabio que en sustancia aventaje al filósofo de la triste figura, nutrido de Amadís de Gaula, discípulo de Platón, a su entender, con capa de sandez; es un Caballero de Cristo vertido a la época moderna, pariente de Ignacio de Loyola por lo mismo que para un insigne crítico, muy leído en América[3],parientes son Loyola y Alonso Quijano; lustra nuestra habla, intacta en su mente; refuerza el vínculo literario y nos hace pensar que en el delirio de la emancipación, cuando acaso creyesen los pueblos sepultada bajo el sudario de sus mártires la obra civilizadora de sus antepasados, las páginas, para mí bellísimas, del Buscapié, tuvieron de seguro antecesores informes pero sanos. Remontemos el pensamiento. De la pléyade inmortal una voz pregunta “Maestro: ¿Quién es esa sombra augusta que a paso lento está siguiendo la orilla de ese río?” Y otra le responde: — “Inclínate, hijo, ése es don Diego Hurtado de Mendoza.” — “¿Y quién el espectro que allá va alto y sereno, los ojos vueltos arriba? — Ése es el autor de la Celestina: salúdale”. Y más allá divísase un “alma rodeada de resplandor divino que está echándole la mano al arco iris”: — “Ese se llama don Gaspar de Jovellanos. Es el pontífice de los escritores; llégate a él y dobla la rodilla”.

Tropas mambisas 
José Gómez de la Carrera

El alma cubana se desenvolvió siempre consecuente; no la veréis flaquear, torcerse, plegarse, extinguirse; de muy hondas raíces trae ese factor de la existencia que jamás se disuelve; si las leyes que rigen el desarrollo humano rompiesen la obscuridad que las oculta, en nuestro espíritu las hallaríais sabiamente cumplidas. Y es que fue Cuba el centro de aquel imperio que se desentrañó solemne por su extensión y magnificencia; y el alma cubana se hizo como en el vórtice de una tempestad de anhelos. Más grande el mundo, más amplios los ideales, más generosos los sentidos, más poderosa la raza, tuvo la época una síntesis compleja de expansión y dominio, de hidalguía y egoísmo; la mitad del planeta, gastado, entraba a poseer la otra mitad, pletórica de vida y riqueza. Sólo este hecho hizo variar la orientación del progreso europeo que entonces, como en todos los tiempos, existía y marchaba, y comenzó a tener vida más positiva y paso más rápido. Pues bien; en medio de todas las aventuras que iluminaron trágicamente la conquista, en medio de esa revolución de la riqueza que todo lo iba desfigurando y sustituyendo, que abrió nuevos horizontes a la ciencia, al derecho, a la filosofía, nació nuestro pueblo, cuya savia ha demostrado épica fortaleza en un siglo de convulsión. El alma cubana no podía ser un fenómeno espontáneo; era el producto de una labor que la emancipación no detenía sino que, por lo contrario, procuraba su madurez en nuevos y distintos impulsos, asimilando elementos de vitalidad física e intelectual, tomando posiciones propias y características dentro de la civilización hispana. De otro modo, señores, hubiésemos sido un resurgimiento constante del pasado, la inamovilidad de nuestras ideas y el estancamiento de nuestras energías nos habrían precipitado a incurable decadencia, hubiésemos llegado a ser un pueblo muerto, envejecido sin conocer la juventud.

Aquellos cubanos que desangraron la patria a mediados del siglo pasado fueron modelos de abnegación: yo traigo aquí su recuerdo porque honra a la familia española; pusieron fuego a su hacienda; señores de la caña y del tabaco sometiéronse a la disciplina del martirio; dieron la libertad a sus esclavos sin poder conquistar la propia y concluyeron su vida, unos, en la pelea, otros, indigentes, cubiertos de harapos, en tierra extraña. No podréis negarme que era castellana la sangre de aquellos próceres; sus similares habría que buscarlos en la tierra de Lope bregando por ideales parecidos. Ved allí formarse la patria moral: es el régimen caduco que se transforma en el crisol de la revolución; tiene sus exponentes que ejercen de Apóstoles y van por el mundo hispanoamericano pidiendo la limosna que se Ies antoja extraordinario manantial: produce sus poetas que remedan a Quintana, águilas y alondras en épico volar; se condensa al cabo en Martí, alma color de rosa que va a donde todo es duda y su varita mágica lo vuelve todo fe, mira al indiferente y lo impregna de entusiasmo, ataca al cosmopolita y levanta en su corazón estéril la roncha del patriotismo que lo fecunda; y a su paso no deja una semilla que no dé prodigioso fruto; no suelta de sus labios una palabra que no se convierta en Evangelio; inagotable como una fuente mitológica sueña en su ambiente de tintas caprichosas, Caballero de su Cristo como Ignacio de Loyola.

¿Y qué predicaba aquel augusto representante de la civilización hispana que debiese el más escrupuloso españolismo rechazar? La época es propicia a las reivindicaciones y ellas son reciprocas. El hombre moderno es enemigo de las fórmulas arbitrarias del rencor y no acepta ni considera sus violencias y empirismos. Ese dulce bienestar que alegra la existencia de muchos seres chapados mentalmente de prejuicios es inadaptable a cuanto se derive del análisis; comulgar con semejante doctrinarismo, herméticamente cerrado a la razón, es encajar en sentencias definitivas e inalterables. Nosotros dimos un gran paso hacia nuestra modernización; insensiblemente combatimos los falsos principios y las fingidas tradiciones que durante muchos lustros embriagaron a los pueblos hispano americanos; en nuestra conciencia la madrastra inclemente y codiciosa cayó en descrédito irremediable como principio orgánico de la emancipación. Nuestras ideas, señores, han evolucionado mucho en este sentido y ello es prueba de que el pensamiento cubano principia a ser una normalidad. La historia colonial no se escribe entre nosotros para fines políticos, ni la dicta el miedo, ni la inspira el odio, ni constituye una venganza, ni es el desahogo de hinchadas pasiones; su designio es ir hacia la verdad, dar con ella, comprobarla, refrendarla, enaltecerla; y cada vez que el horror pierde una leyenda tal parece que la especie se ennoblece, que los siglos nos hablan el lenguaje de la gratitud, que el sentimiento y la razón ganan una nueva contienda desalojando los últimos restos del hombre primitivo.

Quiero terminar, porque estoy fatigando vuestra atención y no me haré acreedor a vuestra benevolencia si abuso de ella.

Señores: yo nunca me había visto a tanta distancia de mi patria: su eco me llega con tal demora que no sería mayor si viniese de otro planeta; y sin embargo me siento espiritualmente tan próximo a su cielo, a su bosque, a su mar, que confundo con las suyas las palpitaciones de esta tierra hermana de la mía. Eso os revela cuán grande es el mundo hispanoamericano que esparcieron nuestros antepasados y qué extraordinario el porvenir que lo espera.

Habéis vuelto los ojos a Cuba porque vuestra generosa filosofía os señala un deber hacia ella; y yo os digo que hacéis bien porque Cuba no es un girón, al viento, del progreso hispano, sino un impulso al cumplimiento de sus designios. En estos momentos en que vosotros la honráis quisiera mi gratitud brindaros con su musa, con las flores de su jardín, con el aroma de su ambiente, con el suave alisio de sus crepúsculos. Aquella es, sin duda, la patria de las lágrimas; el alma criolla es todavía un gemido; ¿no habéis oído las canciones de la animosa guajira que rinde su culto instintivo a la armonía tropical?

Ignoráis, entonces, todo lo bella que es la nostalgia y que profunda sonoridad es la suya. La montaña la recibe con su alegre fecundidad rebosante y la oculta en sus entrañas a las miradas del sol.

No imagináis cuánto exalta la distancia mis recuerdos y cuántos anhelos despiertan en mi alma las memorias; forman ellos la guirnalda que llevo en la mente y que inspira mi fe y calma mis inquietudes. La existencia es una disputa entre el corazón y la muerte; cuando volvemos la vista hacia atrás nuestros sentimientos se agitan ante la esperanza de un resurgimiento que nos devuelva la primavera de nuestros amores; y nos damos cuenta entonces de que todas han sido batallas perdidas cuyas únicas huellas solo en nuestro cerebro quedan. Y así van las almas unas tras otras y la vida sigue siendo un constante florecer de la humanidad que no se detiene. Los pueblos resuelven sus arduos problemas, las civilizaciones se mezclan, se absorben, se separan, luchan y vencen o se borran del mundo; y en esa vorágine apocalíptica de la existencia surgimos y nos vamos....

He dicho.

Mambises 
Tomada de An illustrated history of our war with Spain, its causes, incidents, and results (1898)


Tomado de Alma-Cuba. Buenos Aires, Talleres de la Casa Jacobo Peuser, 1907.

3
También en El Camagüey:

El boletín de El Camagüey

Recibe nuestros artículos directamente en tu correo.
Subscribirse
¿No tienes cuenta? Créate una o inicia sesión.