Hace pocos días, tuve el gusto de comunicarles a mis queridísimos lectores, desde esta misma sección, algunos particulares relacionados con la profesión periodística. En aquella ocasión no me atreví a ofrecer una segunda parte del trabajo en cuestión, porque me pareció poco discreto hacer tal promesa cuando aún no estaba seguro yo de si había de gustar la primera. Pero como hasta ahora no he recibido ninguna manifestación verbal o escrita de que aquello que yo hice dejara de agradar o enfurruñara a alguien, voy ahora a comunicar a mis lectores “otros secretos de Redacción” que la pasada vez —acaso por falta de tiempo, de espacio o de memoria— se me quedaron enredados entre las teclas sumisas de la Underwood.
Hoy voy a hablar de lo qué es “un suelto” y de la manera de confeccionarlo.
¿Qué es un suelto periodístico?
En la jerga periodística se da el nombre de suelto a una nota redactada con vista de un interés cualquiera, pero sin importancia para que merezca los honores de un artículo. Una boda, un bautizo, la enfermedad del hijo del bodeguero que nos fía los mandados y que de cuando en cuando para tenernos contentos nos regala un roncito Vallvey, el viaje de Fulanito, la compra de un carro Studebaker hecha por un amigo nuestro, las elegantes camas que vende el Sr. Casildo López, etc., etc., son cosas que, ciertamente, no revisten importancia para tratadas en un artículo serio, campanudo (un editorial por ejemplo), pero que son interesantes hasta el grado de merecer los honores de la publicidad.
Para que no se me tache de teorizante, cuya ciencia se resuelve toda en palabras, voy a poner varios ejemplos de “sueltos” para que mis amados lectores puedan comprender mejor mi explicación.
Supongamos que yo voy a hacer ahora un suelto sobre la muerte de Zutano de Tal, que falleció antier por la mañana. Pues me expreso de la siguiente forma:
Así se hace, poco más o menos, un suelto. Yo he puesto para ejemplo la muerte de un amigo; pero lo mismo se hace si se trata de una boda, teniendo en cuenta, desde luego, que al reseñar un acto de esa naturaleza no debe hacerse referencia —contrariamente a lo que opinan muchos— del cementerio ni de la funeraria. Se procederá de la siguiente manera:
He ahí, pues, breves modelos de sueltos periodísticos. Pueden ser adaptados a los gustos del que los hace, a la amistad más o menos profunda que lo una a los que son “sueltados”, etc., pero yo he dado a conocer la fórmula general.
Creo conveniente, por último, hacer ciertas observaciones finales, para completar la tarea que me he impuesto, y son las siguientes:
A.—Si el objeto del suelto es militar y posee una lámpara de la Casa Mendía, es conveniente hacer notar lo de la lámpara para que su importancia crezca y a la palabra militar se le agregará el calificativo de “pundonoroso”, que es el más aceptado por el buen uso.
B.—Si el objeto del suelto es joven, pero no tiene otra cualidad más saliente que su juventud, se dirá siempre “correcto joven, etc.” como no existe joven que deje de vestirse con Barrios, se hace notar, si se quiere, la circunstancia del traje que lleva (o usa).
Y al hacer mención de Barrios se dirá “el conocido cortador” camagüeyano, sastre de los elegantes...
C. —En un bautizo, siempre debe decirse que el neófito era monísimo y que su gracia sólo era comparable a la de un muñeco. Puede escogerse para la comparación uno de los muchos que vende el señor Robaina en su juguetería.
Y así sucesivamente.
En otra oportunidad en que me sobre tiempo y espacio daré a conocer a mis lectores una “tercera parte” de estos secretos que creo habrá de gustar.
Hasta luego.
INTERINO
Publicado en El Camagüeyano, martes 8 de abril de 1924. Tomado de Pisto manchego. Compilación y prólogo de Manuel Villabella. La Habana. Ed. Letras Cubanas, 2013, t.I, pp.118-120.
Nota de El Camagüey: Entre 1924 y 1925 Nicolás Guillén asumió la redacción de la sección Pisto Manchego, en el periódico El Camagüeyano, una sección que combinaba la crónica periodística y la publicidad comercial. Debía anunciar los servicios de una funeraria, de un sastre y de El Baturro, las gaseosas Pijuán y el Colmado La Palma, la Casa Mendía, los muebles de Casildo López, los cigarros de Calixto López... La sección era diaria y muy ocurrente. Había sido creada por un periodista español, quien firmaba como M. Santoveña, y su nombre, el de un plato español, es una metáfora precisamente de la mezcla consustancial a su espíritu, a medio camino entre el periodismo y la publicidad.