A Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
A mi madre, que lleva su nombre
SONETO DE LOS NOMBRES DE MARÍA
En el pecho del Padre halló su nido
La que en el seno al Hijo dio posada
Y allí de querubines alabada
La que, luna de Dios, subió sin ruido.
En pañales como recién nacido,
Entre vistosas alas fue llevada
Y por distintos nombres advocada
De su trono de luz no se ha movido.
Pero el amor que multiplica todo,
Panes y peces, el maná y la Forma,
Hace que la sin mancha baje al lodo,
Que la luz soberana tome forma,
Que la Belleza, al fin, halle acomodo
Y al ojo pecador dicte su norma.
LA VIRGEN ANDA SOBRE LAS AGUAS
Ofrecimiento del poema
Quiero tomar un asiento
en tu preciosa canoa
(De un loor anónimo)
Déjame tomar asiento
En tu preciosa canoa
Y poner al cielo proa
Navegando por el viento.
Muévame el Divino Aliento
Con su poderoso brío.
Éntrame en tu claro río
Y súbeme a los alcores
Donde ángeles ruiseñores
Abren las albas del pío.
I
Canta a la luna nueva que está a los pies de la virgen
He aquí la Nueva Luna
Que como delgada ceja
La blanda tiniebla deja
Para revelarnos una
Firme pupila oportuna.
En penumbra y duermevela
He aquí el párpado que cela
Un sol puro en las entrañas.
¡Luna que mi angustia bañas!
¡Ojo que en la sombra vela!
II
La Virgen se aparece en Nipe
Sobre las aguas vinisteis a dar al hombre consuelo
(Gozos de la VIRGEN DE LA CARIDAD)
El Ave de Gracia llena
Sobre las aguas se posa.
Inmersa apenas reposa
O quiere avanzar serena.
El reino de Anadiomena
Perece, porque esculpida
Luce María adherida
A la concha de la aurora,
Perla de luz cegadora
Al amanecer mecida.
III
Entrada en la canoa
Vuestro nombre singular
Tan bello y tan exquisito»
(Gozos…)
¿Qué pie pusiste primero
En la barca temblorosa?
¿Qué huella de austera rosa
Marcó con fuego el madero?
¿Tu cuerpo tornó ligero
Lo que el peso ya vencía?
Pues parece que vacía
La ingrávida barca vuela
Dejando impoluta estela
Por donde pasa María.
IV
La Virgen navega en la canoa
En las borrascas del mar
El hombre más afligido
(Gozos…)
Los tres Juanes de rodillas
La regia visita adoran.
Los tres reman, los tres lloran
Mientras la barca sencilla
Va en vilo… La sin mancilla
Sal ciega en montones juntan
Y tornan. Ya se preguntan
Pescadores de la arena
Quién gobierna la serena
Barca que viene a la orilla.
V
La Virgen es llevada en andas a la Villa del Cobre
El mar con su gran furor
vuestra imagen respetó
(Gozos…)
La Virgen navega sobre
Andas que le han regalado
Y cruza el ameno prado
Por donde se llega al Cobre.
Nuestra Señora del Pobre
Mece al Hijo con cariño
Y el viento agita el aliño
Bordado de su vestido.
Con el vaivén se ha dormido
Mareado el Divino Niño.
VI
Se aparece a una guajira llamada Apolonia
Como una señal del cielo
(Gozos…)
La Fe, que a la luz cernida
De la Verdad Increada
Abre la oscura mirada
Y le ofrece Pan de Vida.
La fuente que sin medida
Sacia nuestra sed de cielo…
Hace que bajen al suelo
Como rendida avecilla
Mostrándote a una sencilla
Campesina por consuelo.
VII
De la parroquia del Cobre al santuario
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad».
(Gozos…)
Te dejo en tu altar, Señora,
Circundada de alegría,
Cuajada en la melodía
Del sol que tu frente dora.
Allí el Arcángel te adora,
Allí el Amor Soberano
Te consagra por su mano
Gaviota de los navíos,
Patrona del pueblo mío.
¡Virgen de los Océanos!
ESPINELAS FINALES
La Virgen se ausenta del altar durante la noche
(La interpela su primer ermitaño
Matías de Olivera)
¿De dónde vienes, Señora,
Con la ropa tan mojada?
¡Saliste sin ser notada
Y regresas con la aurora!
Bajo el manto seductora,
Igual que la sulamita.
Fuiste, Paloma, a la cita
Con el Celestial Esposo
Y traes del Amor Hermoso
Reflejo en la faz bendita.
SALUTACIÓN
Pues te hizo la Trinidad tan perfecta y singular
(Gozos…)
¿Por qué, María, no subes
A los claustros celestiales?
¿Te quedas con los mortales
Celadora de las nubes?
En un coro de querubes
Desciendes con un fanal
De luz sobrenatural
Y pues tanta es tu piedad
¡Virgen de la Claridad
Líbranos de todo mal!
LIRAS DE LA IMAGEN
Miro pasar tus olas
De trémulas espumas, coronadas
Por blancas caracolas
O ardorosas estrellas conjugadas
Sobre las que graciosa sobrenadas.
Miro tus nubes lentas
Silenciosas, oscuras alcatraces,
Gaviotas cenicientas
Que dispersan tus ángeles tenaces
Y en diamantes tú misma las deshaces.
Miro tu luna quieta
Cómo se duerme abandonada y fina
Como un ave sujeta
(Porque tu alta sonrisa la domina)
O como sierva que a tus pies se inclina.
Miro todas las cosas
Que se consagran a tu Monarquía;
Las islas luminosas;
La piragua que al paso te salía
Y el lazo para atar la mar bravía.
Me canta en la pupila
El arco iris de acendrada pluma
Que moja la tranquila
Cola de faisán real entre la espuma
Si el ala hastiada ofrece en rica suma.
Miro a los serafines
Revolotear en torno a tus estrellas.
La luz en que defines
La esmeralda que en trémulas centellas
Quiebra en tu cruz sus resonancias bellas.
Y regreso del viaje
A todo lo que en torno a ti fulgura
Para quedarme paje
De la que por virtud de su figura
En rostro del Amor nos transfigura.
ESTE POEMA
El soneto con que inicia este poema se refiere a la unicidad de la Virgen María y a la pluralidad de nombres que recibe por parte de la Iglesia y de la tradición religiosa universal. Uno de esos nombres es el de la Caridad, bajo cuya advocación el pueblo cubano rinde amoroso culto de hiperdulía a la madre del Redentor.
Las espinelas numeradas del I al VII están inspiradas, la primera en la luna que en todas las estampas aparece siempre a los pies de la Virgen del Cobre. Esta simbólica luna nos dice que así como el satélite de la tierra refleja en sí como un espejo la luz que procede del sol, Nuestra Señora recibe toda la gracia y toda la iluminación que proceden del Padre para reflejarlas amorosamente en nosotros. La segunda espinela se refiere a la aparición de la imagen de la Virgen María en Nipe, en cuyas aguas la vieron flotar tres hombres que salieron del hato de Varajagua (sic.) en una canoa en busca de sal, los cuales después de un temporal de tres días la vieron como un ave marina flotar en las aguas a la hora del amanecer, coincidiendo la presencia de la divina marinera con el tiempo de bonanza.
Admirados con la milagrosa aparición, se acercan remando a toda prisa y dan asilo en su canoa a la celestial Señora (espinela III); recogen tres tercios de sal que colocan en hojas de palmera y regresan al hato de Varajagua (espinela IV). Más tarde la imagen, que empieza ya a ser venerada por los vecinos es llevada en medio de festejos en unas andas que no son otra cosa que un rústico aparejo nativo, hasta la Villa del Cobre (espinela V).
Como se disputase acerca del lugar donde la imagen habría de ser situada para rendirle culto, se cuenta que la Virgen se apareció al lado de una peña, cerca del cerro donde hoy se la venera, a una niña campesina, dando a entender que en ese sitio debía colocarse su imagen (espinela VI). Después la aparición de tres columnas de fuego en las alturas donde aconteció la aparición anterior, determinó que la Virgen de la Caridad fuese llevada desde la parroquia del Cobre hasta el cerro donde quedó definitivamente expuesta al culto popular (espinela VII).
Estos seis episodios capitales que acabamos de enumerar brevemente, aparecen significados en las estampas populares de la Virgen en seis óvalos que se agrupan alrededor de la esplendorosa figura central.
Las tres espinelas que aparecen sin numerar no se alejan tampoco de la tradición del culto popular. La titulada “Ofrecimiento” lleva lema de un loor anónimo. La que continúa a la espinela VII (“La Virgen se ausenta del altar”) hace alusión a unas palabras del ermitaño Matías de Oliveira, del cual se decía “que fue tanta la familiaridad con la Virgen y su oración continua, que oyeron que hablaba con la divina Señora”. (Manuscrito del Pbro. Don Onofre Fonseca, año 1703.)
La espinela final es una salutación a la que es salud y nos trajo la salud en las entrañas. Los lemas que llevan las espinelas, a excepción del “loor anónimo”, están sacados de los “Gozos de la Virgen”, anónimos y populares.
El poema termina con unas liras en donde se canta a los atributos de la Virgen, cuya imagen de media vara aproximadamente lleva en el brazo un diminuto grumete, y en la mano izquierda una cruz de oro con una esmeralda al centro. Situada sobre una nube de dos tercios de alto lleva un cerco de doce estrellas y la acompañan diez y seis serafines.
De esta manera hemos querido, aislar la luminosa religiosidad popular —tradición universal popular— de la superstición plebeya que con innegables vetas de pintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Y creemos que sin dejar de ser fieles a la poesía lo hemos sido a una de nuestras más puras tradiciones de isla, el culto de una Virgen que boga a través de nuestro mediterráneo.
Tomado de Emilio Ballagas: Obra poética. Compilación y prólogo de Enrique Saínz. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2007, pp.123-135.