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Celuloide sin piedras

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Celuloide sin piedras

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A pedido de la profesora María Antonia Borroto, luego de un bien vitaminado diálogo privado en las redes, me decido a desgranar unos brevísimos apuntes. El tema es la exhibición en la televisión cubana del filme El Mayor, de Rigoberto López (a cuyo genio como director debemos ese oro fílmico titulado Yo soy del son a la salsa) y algunas impresiones sobre la película. Por cierto, un detalle: luego de la exhibición de la cinta, el Canal Educativo trasmitió, nada más y nada menos, que un concierto de Luis Miguel. Tal vez sueno extremista, pero, luego de ver morir al Mayor, que El Sol cante y baile en un escenario no resulta muy coherente que digamos…

No es el cine el área de experticia de este escriba, si es que alguna tengo, pero como espectador avezado, sí creo que vale la pena dejar un par de ideas en blanco y negro. Además, ¿quién pude negarse al pedido de una profesora camagüeyana apasionada de su historia?

Ya hay un par de trabajos donde se enumeran, con pelos, documentos y señales, varios errores históricos de la película. Por otro lado, varios de los fallos del largometraje caen no pocas veces en el terreno de la apreciación estética, hasta del puro gusto a ratos, y ése es un predio poco fiable para emitir algunos criterios sólidos, dada la posible pluralidad de visiones. Sin embargo, algunas ideas son de más fácil justificación y son ésas las que más hincan en la inconformidad.

Quizás la más evidente vuelve a recaer en la cuasi idílica imagen de los mambises en guerra. Cualquiera que lea la literatura de campaña independentista (hay una excelente colección que por años publicó la editorial Ciencias Sociales), verá que no hay nada leve ni paradisiaco en la gesta anticolonial cubana. Juan Padrón se bebió las páginas mambisas para dar vida a Elpidio Valdés, y eso incluye saber sobre grados, armas, vestimentas y hasta anécdotas (como hasta ese archifamoso “no tiréis con ventanas”). Ese mambisado de impoluto blanco en plena manigua, no es para nada fiable.

Ahí están los textos de James O´Kelly, de Grover Flint (por apelar a autores foráneos). Y están los de Horacio Ferrer, Miró Argenter, Enrique Collazo, Manuel Piedra, los diarios de Bernabé Boza o Enrique Loynaz y el icónico A pie y descalzo de Ramón Roa, donde no es nada complicado hacerse un retrato íntegro de nuestras huestes. Sobran referencias para volver cometer deslices como ése, más propios de las aventuras en vivo de los años 70 que de una película. ¿Pudoroso nuestro cine? Creo que nadie se escandaliza al ver ese mar “de negros en machete” que carga a caballo y pura desnudez en los fotogramas de Lucía, de Humberto Solás. No pocas acciones bélicas de los mambises (incluida una donde fueron sorprendidos bañándose a orillas de un río), las hicieron nuestros guerreros en ropa de corajudos adanes. Justo por no tener siquiera harapos que vestir.

La escena del duelo en el filme El Mayor, de Rigoberto López. 
Ángel Alderete, tomada de Cubaperiodistas

Ya como puro espectador, me sobra, en ésta y en muchas otras obras fílmicas del mismo tema, esa gravedad perenne de los próceres (esas eternas manos a la espalda y esos diálogos hieráticos, ¡ay!); ese dramatismo a lo Hollywood (dos altos oficiales solos, bajo la lluvia, a caballo, decidiendo cuestiones trascendentes para la guerra ¿de verdad?); esa asamblea de Guáimaro con controversias y jolgorio en plena guerra (¿de verdad?); esos combates... Digamos aquí que la escena del duelo con el oficial español, salvo un par de golpes medio raros, quedó bastante bien filmada. Tal vez The Matrix puede entrenar por seis meses en kung fu a Keanu Reeves para una escena de tres minutos. Aquí debe ser más complejo, pienso en “no me han mandado la orden de merienda”, “no hay gasolina”, “falló el hospedaje”, “no llegaron las espadas”, “no vino el de la llave”… Sucesos que volverían loco al director más capaz… Aun así, coreografiar una pelea hasta el detalle, y luego filmar, depende más de la dedicación y no de los recursos. Al menos, la escena no salió como las detenciones de los malos en “Tras la huella” y es una pelea decente de ver en pantalla. En este tema de los haberes, reconozco que hacer una película en Cuba, como casi todo lo demás, seguro es tres o diez veces más difícil. Sin embargo, ahí está Inocencia, ahí está El ojo del canario, para probar que algunas carencias se pueden bien sustituir con ingenio.

Daniel Romero en El Mayor. 
Ángel Alderete, tomada de Cubaperiodistas.

A pesar de que hay varios filmes sobre el tema, el cine cubano nos sigue debiendo una película donde, a pesar de los pocos recursos, lo verosímil y palpable de nuestra rica historia se retraten de mejor modo. No es menos heroico y gigante José Martí porque imaginemos que cae de adolescente en la tentación onanista ante los senos semidesnudos de una mulata. No son menos firmes los mambises por tener contradicciones y encontronazos humanos (y porque se cuenten, si están ahí, escritos), o porque se les muestre desde sus lados más humanos. Ese mismo Agramonte, en cuyas tropas se prohibía jugar y beber en campaña, seguro hizo bromas, tuvo flaquezas, dudas, correteó desnudo con su esposa, vivió.

Bajar a nuestros héroes del bronce y la piedra de las estatuas, es una vieja deuda que tenemos tanto con la historia, como con los herederos futuros de tales tradiciones. Eso los hace mayores. A los héroes vivos, los heroísmos les duelen, les cuestan, por eso los admiramos. A las piedras, no tanto. Queda pendiente a nuestro celuloide atrapar mejor el retrato de las almas.

Making of de El Mayor.
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Comentarios
María Antonia Borroto
3 años

Los interesados también pueden consultar en El Camagüey el texto de Oreidis Pimentel que aborda los errores históricos del filme El Mayor: https://bit.ly/3wfK9nl

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María Antonia Borroto
3 años

Hasta este minuto hemos podido acceder a varios acercamientos al filme: el de Julio Molina en el periódico 5 de septiembre, de Cienfuegos (https://bit.ly/3wp74LQ). Antonio Enrique González Rojas lo disecciona en "El Mayor, una película sin grados", en Hypermedia Magazine (https://bit.ly/3Nhrddz), mientras que Gustavo Arcos Fernández-Brito analiza en su texto "De Cuba, los héroes y otros demonios", en La Joven Cuba (https://bit.ly/3LigNcr) el filme en su relación con el contexto cubano actual. Se trata de tres perspectivas complementarias y que permiten ampliar la polémica.

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María Antonia Borroto
3 años

Incluyo aquí los momentos del artículo de Arcos dedicados al filme: En la película El mayor volvemos a toparnos con los mismos errores de puesta en escena observados en filmes con estas características. Hablo de situaciones inverosímiles, gestos y voces grandilocuentes, personajes encartonados, largos parlamentos que parecen extraídos de un libro de texto, ceños fruncidos y posturas hieráticas de los héroes que, entre otras cuestiones, lastran una rica historia de vida, mostrada sosamente como si se tratara de un power point escolar, utilizando graficaciones y saltos arbitrarios en el tiempo. Entonces, como me gusta relacionar las cosas y sé que nuestra cinematografía continúa en gran medida atrapada por el contexto, observo, no sin suspicacia, que todos esos problemas de naturaleza artística son secundarios ante el verdadero mensaje que intenta proyectar el relato. Varias son las escenas donde se presentan puntos de vista opuestos sobre la conducción de la guerra, y luego sobre las estrategias a seguir para encauzar la nación una vez soberana. Agramonte y otros patriotas —más apegados al rol de una Asamblea de representantes, con poderes para elegir o destituir al presidente según los dictámenes de la nueva Constitución—, se enfrentan a las ideas de Carlos Manuel de Céspedes, quien prefería el mando total y centralizado en su figura como única vía para derrotar a los españoles y reconducir el destino de Cuba. Céspedes comprendía (como después Martí) que el caudillismo o regionalismo —existían fuertes discrepancias entre los patriotas orientales y los del centro— no llevarían a feliz término esa contienda. El filme dedica amplios segmentos —para sufrimiento del espectador— a estos intercambios de palabras e ideas, que atentan contra la dramaturgia pero son esenciales para el mensaje que se pretende. Decía, por cierto, Ignacio Agramonte ante el claustro de la Universidad de La Habana: «(…) el gobierno que con una centralización absoluta destruya ese franco desarrollo de la acción individual y detenga la sociedad en su desenvolvimiento progresivo, no se funda en la justicia y en la razón, sino tan solo en la fuerza (…)». Todos los días, desde hace décadas, escuchamos el mantra de la UNIDAD. En las escuelas, titulares de prensa, palabras de los políticos y vallas publicitarias, se nos dice que «Un pueblo unido jamás será vencido»; frase que lleva muchísima razón si no fuera empleada también como acicate para anular toda manifestación que discrepe o cuestione el discurso, las leyes o las políticas oficiales. Las críticas al gobierno y sus acciones suelen ser vistas como fisuras que resquebrajan la unidad y permiten el paso al enemigo. Sí, los ciudadanos pueden quejarse del estado del transporte público, la excesiva burocracia, la carencia de viviendas, la inflación, la falta de alimentos o… ¡el gramaje del pan!; pero nunca asociar tales problemas a una falla estructural del sistema, la pésima gestión de las autoridades de la nación o el rol del partido, aunque esos sean males persistentes por más de seis décadas. (El discurso mencionado por Arcos está disponible en El Camagüey en https://bit.ly/3sD9k10)

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Javier Vázquez
3 años

@María Antonia Borroto Muy valiente este texto. Gracias por compartir fragmentos suyos. Lo buscaré.

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Bárbaro Donet
2 años

@María Antonia Borroto excelente análisis histórico con puesta magistral en contexto actual. Me gustaría compartir las miradas de un afamado historiador Argentino, José Ignacio García Hamilton quien describe y analiza en su libro “El autoritarismo y la improductividad” todos los factores que llevan a Latinoamérica a constituir sociedades improductivas y con fuerte absolutismo político, intolerancia, estatismo e incumplimiento de la ley. La diferencia con las sociedades que se inspiran e intentan perfeccionar sus resultados de producir no solo bienes y servicios sino hacer sentir bien a sus ciudadanos manteniéndolos libres pero responsables sin paternalismos, tratando de mantener la equidad, es notoria. Un fenómeno que muestra de manera clara y directa esta percepción comunitaria lo constituyen los fenómenos migratorios. Medir el índice de ciudadanos que emigran o que tienen intenciones de emigrar de un país a otro sin que medien conflictos bélicos (no es válido el criterio en medio de una guerra) es directamente proporcional a la insatisfacción de los ciudadanos en el punto de origen. En la Argentina de hoy tenemos ese fenómeno de la mano de un gobierno fuertemente totalitario, con fuerte desapego por los valores de la democracia y que intenta gobernar por la vía extra democrática utilizando recursos como los DNU (Decretos de Necesidad y Urgencia) y directamente atacando la independencia de los poderes del estado (Ataque a la corte Suprema y al poder judicial de la República).

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María Antonia Borroto
2 años

@Bárbaro Donet Interesantísima perspectiva. Gracias por traerla hasta aquí.

María Antonia Borroto
3 años

Del texto de Julio Molina, aparecido en el rotativo cienfueguero 5 de septiembre subrayo estas ideas: "La conjunción de irregularidades determina que al largometraje le falte algo de la energía, coherencia e incluso también de la consistencia narrativa de otro cercano exponente histórico local de la guisa de Cuba Libre (Jorge Luis Sánchez, 2015), sin constituir por ello una obra fallida o menor, pues aciertos cuenta y no pocos. "No importa tanto que El Mayor sea una “película necesaria”, cual se ha insistido, como que contribuya desde una forma artísticamente digna e ideológicamente honesta a evocar el pretérito patrio, merced a seriedad y rigor en la aproximación a sucesos definidores de la historia insular. Al guion de López y el dramaturgo Eugenio Sánchez Espinosa vale encomiársele la mirada poliédrica al hecho libertario, al atisbar el desarrollo de la Guerra de los Diez Años desde sus dos escenarios centrales: la manigua y las juntas de jefes, con iguales intenciones finales ellos pero portadores de divergentes criterios de estrategia o formas de gobernar. "El Mayor, como pocas películas nacionales de corte histórico, confiere preeminencia a esa singular división en la unidad de nuestros principales líderes mambises. A cierto espectador no leído o recibidor de deficientes clases de Historia de Cuba podrían parecerle chocantes las contiendas verbales o los cruzados puntos de vista, esencialmente metodológicos o de visión de “democracia”, entre Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte u otros altos cargos del Ejército Libertador, aunque en la práctica así sucedió".

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Fernando Ibarra
3 años

Excelente articulo, ya veré la película, cuando pueda, confieso no tengo grandes expectativas. El cine cubano por coyunturas internas y externas, ha ido perdiendo la calidad de antaño. Del año 2000 para acá, no ha habido buen cine, casi todo lo que he podido ver es de mediana a baja calidad. Por otro lado, para la mayoría de los camagüeyanos, la figura de Ignacio Agramonte, permanece en un lugar especial, está entre lo mítico y lo sagrado; fue un gran ser humano, admirado, respetado, amado y temido por sus contemporáneos, con virtudes y defectos; pero estos últimos no nos interesan, preferimos ignorarlos. A todos los cubanos, nos sucede lo mismo con el apóstol José Martí, por eso, hacer un filme sobre cualquiera de estas dos figuras de nuestra historia, es altamente complejo y controversial. Y en mi humilde opinión, si no se puede hacer una película a la altura de estos grandes héroes, lo mejor es dedicar el tiempo a otros proyectos.

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Gaspar Barreto Argilagos
3 años

La película me dió la impresión de intentar reproducir muchos momentos, quizás demasiados, de la vida del Mayor, que desaprovechó el inmenso potencial de asesoría disponible y que le falta el toque mágico de un hilo conductor. La extraordinaria coherencia de su gloriosa vida, se dispersa en una colección de escenas donde todavía falta invertir trabajo y talento. Hay que visitar nuestros potreros ahora, en mayo, y ver cómo retoñan los pastos y tienen un aspecto muy distinto. La batalla del Cocal del Olimpo ocurrió en un camino, no en una llanura; no hay motivos para cambiar tanto los hechos de la muerte de Eduardo Agramonte; es desastroso lo relacionado con el fusilamiento de Joaquín de Agüero. Hubo un gran esfuerzo, hace falta mucho más y será necesario hacerlo,sin duda.

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Romel Hijarrubia Zell
3 años

El tema de la Historia "correcta" y la Historia real de hechos históricos y de los Hombres que los hacen posible es un problema hipócrita en casi todos los países iberoamericanos. Son pocos, muy pocos, aquellos que pueden volar sobre el pantano sin mancharse las plumas, aun de los más valientes o los más conocidos. Esta gazmoñería heredada de nuestras raíces históricas es aplicable a todo lo que atañe a figuras destacadas. Por ejemplo: las discrepancias de Agramonte con Céspedes no eran sólo ni mucho menos de caudillos militares o civiles. El Padre de la Patria tenía una formación y concepción ajena por completo a las necesidades de la guerra. Exigía ayudantes que lo vistieran y limpiaran su calzado. Tenía una sobreestimación propia inadecuada para la guerra mambisa. Así ocurrió con muchos otros: también en Nuestra América. Admiro el trato histórico a Jefferson de los estadounidenses, sus hijos de esclavos y su historia personal. Algo impensable en nuestra cultura latinoamericana. Una crítica a Bolívar es un insulto, como lo es al Presidente Bartolomé Mitre para los argentinos. En Cuba, antes y ahora, no hay independencia de criterio para valorar los méritos y deméritos de nuestros grandes hombres, incluidos Antonio Maceo y José Martí. El cine, o un poco menos la literatura, es consecuencia directa de nuestra dependencia del "como me juzgarán" por lo que digo, aunque sea cierto. R.

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Eduardo Vázquez
2 años

El filme El Mayor presenta debilidades de varios tipos, pero las mayores se concentran en el guion: ausencia de unidad dramática, personajes históricos que no llegan a ser personajes dramáticos, la acción un collar de anécdotas narradas con la ingenuidad de un libro de texto para educación primaria. Y otro desacierto, los diálogos faltos de naturalidad y oralidad, cartas y documentos en busca de los personajes. Conocemos la cadena de aprobación que conlleva este tipo de proyectos, por su significado y por su alto presupuesto. Entonces, ¿qué hicieron todas esas personas que no cumplieron sus funciones cuando aún no se había filmado el primer plano?

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Ania Aurora Ortega
2 años

Son contenidos muy delicados que no siempre se prestan para fantasías, recreación de la realidad o improvisaciones, menos cuando se trata de un filme de corte biográfico sobre una personalidad histórica tan conocida (desde la referencia habitual de las efemérides) teóricamente, y a la vez tan poco tratada en los medios y no muy bien abordada en la docencia. Lo mismo sucede con los hechos acontecidos en torno a las contiendas independentistas nacionales de nuestro país, temas con tantas lagunas en nuestros sistemas de enseñanza.

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Rolando León Viamontes
2 años

El artículo toca un tema fundamental: porque desde niños nos distanciamos bastante de nuestros patriotas, a pesar de que otros digan lo contrario. No es ajeno el filme a presentarlos endiosados, tal y como lo hacen los programas de la educación en todos los niveles, infalibles y puros, muy lejos del ser humano real, lo que no permite identificarlos como las personas reales que fueron. Siempre vi eso como "un catecismo" y lo rechazaba, aunque no me quedaba más remedio que aprender lo necesario para aprobar.

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