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Lo noble y lo innoble

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Lo noble y lo innoble

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Por más que medito y rebusco en la conciencia de los hombres más depravados y en el instinto de los animales más feroces, no encuentro nada que iguale a la vil conducta que con nosotros los cubanos revolucionarios observan los españoles que nos combaten.

Admito que se aferren en dominarnos, que nos tiranicen, que nos vejen, nos roben, nos asesinen, sin piedad siembren el luto y la desolación por todo el país; que hagan la guerra a sangre y fuego, sin respetar nada; que nieguen nuestros derechos, nuestras virtudes y la solidaridad de nuestra sangre, reduciéndonos a la condición de hotentotes; que empleen todos los medios, buenos y malos, y agoten todos los recursos en su empeño insensato de conservar su poderío en esta codiciada tierra: todo eso lo excuso y hasta respeto ese empeño tenaz, ciego y feroz, porque al fin y al cabo, dignos o indignos, recursos son de la guerra, y la guerra significa odio y exterminio. Pero que a esos actos de nobleza y generosidad incomparable que con ellos ejercitamos, en medio de sus brutalidades, cuantas veces los hemos tenido vencidos y humillados a nuestros pies; que en casos tan solemnes y sagrados, donde la voz de la conciencia y el propio decoro paralizan la violencia y ceguedad de las pasiones más exaltadas, se muestren vilmente ingratos, correspondiendo con indignos ultrajes y miserables calumnias... ¡Ah! eso, ESO, no tiene calificación ni precedente en las más tenebrosas páginas de la historia de la Humanidad. Los salvajes inhumanos se avergonzarían.

Puede ser que Cuba, siempre noble y generosa, en los días esplendorosos y felices de la República, halagada por las aclamaciones, enaltecida por el progreso, engrandecida por el trabajo de sus hijos y la exuberancia de su suelo, gozando de todas las bienandanzas y venturas de la paz y la libertad, olvide sus dolores y agravios y tienda sus brazos cariñosos a la madre cruel e impía que la maltrató hasta el último extremo. Todo eso es posible: sucederá!; pero la Historia, implacable y fría, recogerá en negra página todos esos crímenes e infamias conservándolos a perpetuidad para mengua y baldón eterno de España.

Lo mismo en Victoria de las Tunas, que en Baire, San Jerónimo Mulato, Pelayo, Mal Tiempo, Congreso, Reforma, Guáimaro y tantos y tantos otros donde el Ejército cubano, triunfante en franca y heroica lucha, ha ejercitado espontánea e incondicionalmente, la virtud sublime del perdón y la magnanimidad, respetando la vida y devolviendo la libertad a los prisioneros de un enemigo sañudo y rencoroso, se ha visto siempre a los hijos de España revolcarse en el cieno de sus bajas pasiones, y pisoteando todo respeto y decoro, ocultar o desfigurar el hecho del modo más rastrero y odioso, sin que aparezca en su conciencia un resto de escrúpulo ni gratitud.

El parte oficial de su vergonzosa derrota en nuestra Victoria de las Tunas autorizado por Valeriano Veyler (sic) es un nuevo ejemplo que recojo para la Historia sangrienta e ignominiosa de España en Cuba.

No me tomaré el trabajo ni me rebajaré a desmentir ese cúmulo de cínicas mentiras y brutales calumnias, porque nada importa al Ejército cubano lo que crean los estúpidos. ¿Quién ha visto que los vencidos impongan condiciones a los vencedores? Yo no execro a Weyler, que a los depravados como a las fieras, no se puede pedir ni esperar si no maldades; yo condeno al pueblo español que lo tolera, a las naciones civilizadas que impávidas lo ven y juzgan, a todos los hombres que ante tan horrible iniquidad no se sienten poseídos de furiosa indignación.

Melchor L. de Mola.
Campos de Cuba Libre


Tomado de Patria, Órgano Oficial de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano. Periódico fundado por José Martí. Año VI, Nueva York, 17 de noviembre de 1897, Núm. 405, p.2, col.3 y 4.

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