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Una obra de Marín Varona

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Una obra de Marín Varona

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Sugestión, se llama el impulso natural que me obliga a tomar de nuevo la pluma, después de dos años de retiro en mi constante colaboración periodística, para exteriorizar, ya que amablemente me invita a ello el distinguido director de Bohemia, las impresiones recibidas en las tres audiciones que de la Obertura Militar “Patria”, original del ínclito compositor cubano, maestro José Marín Varona, ha dado recientemente la Banda del Cuartel General.

A conocer el porqué de su estreno en las fiestas de Camagüey y la paternidad de su autor, que en múltiples ocasiones se ha mostrado inspirado compositor y didáctico (ilegible) fuerza, no dudé un momento que la obra resultaría y sería en consecuencia gustada y apreciada y con verdadero placer he visto que no solamente ha gustado, sino que ha sido bien comprendida y por fin aclamada.

La esplendidez de sus motivos, la lógica de su desarrollo que impone al momento la seriedad de la obra y, por último, el tema patriótico que es vivido por la actual generación, son los quilates que la ameritan y han sido los causantes del inmenso éxito obtenido por la obra sinfónica de tan distinguido compositor cubano.

Y tanto más de notar es ello, cuanto acostumbrado cierto público a aplaudir los reflejos de la música popular, encajando dentro de la severidad de obra como la Obertura Patria, de amplias líneas, matizadas a la moderna, sin esfumarse por ello su grandiosidad a lo clásico, es prueba patente, no solo del mérito de la misma, sino de la cultura artística de este público que ha comprendido inmediatamente el interés de fondo, que con tanta facilidad acostumbra a perjudicar la forma de las obras que afectan esta tendencia.

Efectivamente: la Obertura, cuyo origen data del siglo XVI, introducción según el erudito Mr. M. Brenet (Histoire de la symphonie à orchestre, París, 1882) por el gran Claudio Monteverde (sic) con los primitivos nombres de tocata, prefacio o preludio, obertura o más tarde sinfonía, se desarrollaba elementalmente en una parte llamada grave, que se enlazaba con otra siguiente de carácter ligero, terminando con la ripresa del primer tiempo o movimiento. Antes de llegar al desarrollo prototípico que a la obertura y sinfonía imprimió el gran coloso Beethoven, fue varia la gamma que recorrió, fundiéndose y depurándose a través de los cuatro siglos subsiguientes hasta alcanzar la pauta de normalidad que los modernos han aceptado.

Marín Varona ha dotado a su país de una obra tipo, que bien podemos llamar nacional, ya que si no lo es en el pensamiento, lo es en el fondo y hasta en su desarrollo. Su acento épico enardece y deslumbra; en la sonoridad, estremece y entusiasma; y en la nota patética, se revela Marín Varona un poeta y un estilista que dentro de los procedimientos generales del arte ha llegado con su magia, a hacer vibrar el corazón de su pueblo, al mismo tiempo que recibe el beneplácito de los músicos y de la crítica general. A esto se llama triunfar y ojalá el eminente músico, que tan bellas obras ha producido, continúe por tan bien trillada senda en la seguridad (pocas veces alcanzada) de que ha de seguir conquistando el aplauso unánime de su país.

Tomado de Bohemia, Revista Semanal Ilustrada, Año III, No. 13, Habana, Domingo 31 de marzo de 1912, p.154.

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